MUSEO
DE CERILLAS - JÖNKÖPING
Ningún
producto ha dado tanta fama a Suecia y a la ciudad de Jönköping como la cerilla
de seguridad en cuya fabricación participaron muchos protagonistas. De ahí la
importancia de su Museo de Cerillas, situado a orillas del lago Vättern, que
además es el único en su género del mundo.
El Museo
se encuentra ubicado en el edificio que fue la primera fábrica de cerillas de la
localidad. Aquí podemos seguir, paso a paso, como se elaboraban de forma manual
las primeras cerillas y como, poco a poco, el proyecto de los hermanos
Lundström se convirtió en una gran industria de fama mundial.
Jönköping tenía
en 1840 unos 4.500 habitantes y la elaboración de productos se hacía en
pequeños talleres. Johan y Carl Lundström estaban fascinados con el crecimiento
industrial en Europa y apostaban por la creación de la primera fábrica de
cerillas en su ciudad. Johan era técnico y químico, con formación
universitaria, y su hermano Carl comerciante y economista que hablaba varios
idiomas y viajaba mucho a Europa para conocer de primera mano como llevar una
industria.
El primer
taller se inauguró en 1845, con 30 empleados, pero muy pronto quedó pequeño por
lo que tres años después inauguraron la primera fábrica, el edificio que en la actualidad
alberga el Museo. Y es precisamente aquí donde podemos seguir con todo detalle
el desarrollo de la elaboración de cerillas.
La primera
cerilla de seguridad fue inventada por el químico sueco Gustaf Erik Pasch en
1844. Cambió el fósoforo blanco utilizado hasta el momento (altamente venenoso
y peligroso) por uno rojo, inocuo, que se pegaba en la caja. Sin embargo, su
invento no era de muy buena calidad así que cuando Johan Lundström se hizo con
la "receta", lo desarrolló y mejoró considerablemente. De esta forma
los hermanos se llevaron el Gran Premio en la modalidad de seguridad en la
exposición mundial de Paris de 1855. La Cerilla de Seguridad había llegado al
mundo.
Todo esto
queda reflejado en las salas del museo que incluyen una explicación de todo el proceso
de elaboración y muestra la maquinaria utilizada desde el comienzo hasta el
cierre de la fábrica. Pero las salas cuentan también el sufrimiento y peligro
al que estaban expuestos los trabajadores, en su mayoría mujeres y niños con
jornadas laborales de 12 horas por un sueldo indigno.
Muchos
enfermaron o murieron de la necrosis causada por el fósforo venenoso cuyos
humos inhalaban constantemente. El drama de todos ha quedado registrado en un
solo nombre, el de Lena Törnqvist, cuya fotografía preside la sala de los
trabajadores. A pesar de su enfermedad, de haber sufrido la pérdida de tres de
sus seis hijos, la de su marido, llegó a cumplir los 80, una edad insólita para
aquellos tiempos.
Hay muchos nombres
ligados a esta fábrica que están
presentes en el museo. Uno de ellos es el Bernhard Hay que a sus 17 años pasó a
formar parte de la directiva de la empresa y que convirtió la fábrica en una de
las más grandes de Suecia. Pero hizo también otras muchas cosas, como por
ejemplo, organizar un sistema contra incendios en el edificio y crear cenas y
actividades benéficas con el fin de recaudar fondos para los más necesitados.
En el mundo
de las cerillas tienen también gran importancia las cajas y las etiquetas en
las que se trabajaba constantemente llegando a crear más de 15.000 dibujos
diferentes. A tener en cuenta asimismo que la cerilla era el primer producto de
uso cotidiano que se vendía de forma empaquetada y que al igual que en la
actualidad los plagios y las falsificaciones eran habituales. Las cerillas
suecas eran de gran calidad comparadas con las fabricadas en otros países por
lo que todas intentaban parecer "lo más suecas" posibles. De hecho,
durante un tiempo, había ante las costas japonesas una isla denominada
"Jönköping" donde además se fabricaban cerillas.
Pero la
epoca del "Rey de las Cerillas" estaba todavía por llegar. Esto
ocurrió en 1917 cuando el ingeniero Ivar Kreuger, en cuya familia también se
fabricaban cerillas, decidió unir a los grandes fabricantes suecos. Así nació
Svenska Tändsticksaktiebolaget, STAB, cuya meta era obtener el monopolio
mundial en la fabricación de cerillas y de hecho en la década de 1920 la
empresa controlaba el 70% de la fabricación de cerillas en todo el mundo.
Pero la gran depresión en la década de los 30
cambió la historia y el cuerpo sin vida de Ivar Kreuger fue hallado en 1932 en
su piso de París. Nunca se esclareció si se trató de un suicidio o de un asesinato
pero Kreuger había perdido mucho dinero con la depresión ya que había avalado
personalmente un buen número de negocios.
Y llegamos
casi al final de esta historia. En 1936 nace la Fundación Solstickan. La
industria cerillera de Suecia quería aportar su granito de arena a la hundida
economía sueca de entreguerras. Las cerillas eran de uso cotidiano y un
producto tan barato que nadie protestó cuando se incrementó el precio de la
caja con una suma mínima. Ese dinero era, y sigue siendo, para la fundación y
sus obras benéficas.
Uno de los
más destacados artistas e ilustradores del momento, Einar Nerman, fue el
encargado de diseñar la etiqueta, el "logo", en un plazo de tiempo de
24 horas. Recibió 200 coronas por aquel trabajo, que si bien no era un dibujo
original ya que lo copió levemente reformado de uno que había hecho con
anterioridad, se ha convertido en todo un símbolo de las cerillas suecas. El
original de este emblema vale hoy una auténtica fortuna.
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