martes, 23 de octubre de 2018

EL TRANSIBERIANO - ERLIAN

EL TRANSIBERIANO - ERLIAN 

   Erlian era el padre del Rey Tirian y el sexto Rey de Narnia en la línea sucesoria de Rilian según las Crónicas de Narnia. Y podría ser así porque este lugar nos recuerda a ese lugar surgido de la fantasía del escritor anglo-irlandes C.S. Lewis a pesar de que estamos a decenas de miles de kilómetros y que nada en el fondo se corresponde a la realidad. 
 
 El caso es que llegar a Erenhot, porque eses es el nombre correcto de esta ciudad fronteriza entre China y Mongolia, es todo una experiencia ya que de pronto uno tiene la sensación de encontrarse en medio de la nada, de ningún sitio, o lo que podría ser lo mismo, en tierras de Narnia.
Echando un vistazo al andén esperamos con ansiedad la aparición de Aslan que a buen seguro se acercará a nosotros majestuosamente para darnos la bienvenida a su mundo fantástico. 
   Pero Aslan no aparece y el andén se llena poco a poco de cientos de viajeros que se dirigen apresuradamente a la estación para resguardarse de la llovizna que ha comenzado a caer. Estamos todavía en China, en el preciso punto donde debemos abandonar nuestro tren procedente de Beijing para subirnos al "Gran Tren Ruso" que nos llevará hasta Moscú.

Y esto es así porque en Rusia el ancho de vía es de 1520 mm y en China se mantiene el estándar de 1435 mm. Tanta aglomeración produce cierta sensación de caos aunque no podemos dejar de reírnos porque !ojo con pisar la línea amarilla! Los guardias chinos vigilan atentamente esa "delgada línea amarilla" del suelo y gritan constantemente si alguien la pisa. ¡Amarilla tenía que ser!

 El caso es que ante la ausencia de Aslan tenemos que conformarnos con la llegada de nuestro tren que aparece a los pocos minutos cargado de otros tantos viajeros que se disponen a subir a nuestro tren chino. Pero no. Ni nosotros accedemos al tren ruso ni ellos al chino ya que primero hay que limpiar, bajar y subir maletas etc. lo que llevará al menos cinco horas. 
   ¡Bueno, pues de excursión nos vamos! Erenhot era una pequeña ciudad fronteriza sin importancia alguna hasta que las autoridades chinas decidieron abrir sus puertas al comercio internacional en 1992. Desde entonces no ha dejado de crecer empujado sobre todo por su industria química y también por el turismo, con una estancia fugaz, eso si, pero existente debido al Transiberiano y al cambio de trenes. 
   Y es que aquí hay poco para hacer y prácticamente nada que ver aunque debo decir que la ciudad no deja de tener su encanto. El principal atractivo es probablemente el Parque Er Enhot plagado de réplicas a tamaño real de dinosaurios.
El hallazgo de restos de estos animales prehistóricos tuvo lugar en 1999 y fue tan renombrado e importante que las autoridades decidieron crear un gran parque que fue inaugurado en 2006. Sobra decir que de los huesos prehistóricos no queda nada ya que todos fueron llevados al Museo nacional de Arqueología.
   En su lugar encontramos réplicas inmensas de los feroces depredadores del Parque Jurásico y teniendo en cuenta de que nos encontramos en medio de una estepa resulta impactante toparse con un Tiranosaurio Rex o un Velociraptor. 
Pero bueno, como esto puede ser la tierra de Narnia, con una ciudad construida en ningún sitio, en medio de una frontera de la nada, pues suponemos que todo tiene una razón de ser. 
   Se trata como decíamos de una ciudad fronteriza en la que, al igual que muchas otras, reina cierto caos entre lo viejo y lo moderno, y en la que el horizonte del cambio intenta abrirse camino. Lo más curioso es el "ricksaw", el mercado local, donde la diferencia entre lo que fue y lo que será, o lo que ya es, resulta evidente.
Y como estamos en la frontera con Mongolia es también de destacar la fusión existente entre lo chino y lo mongol. Algo que se traduce en seguida en la cocina. Después de varios días siguiendo una estricta gastronomía china descubrimos de nuevo el pan, que también existe, y la caldereta de pescado al estilo de la abuela o el tocino cocinado al horno y muy parecido al torrezno. Rico, rico, como para chuparse los dedos. 









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