El Club Náutico de Altea ha iniciado un nuevo programa de actividades con muy buen acierto. Tras varios cambios en la organización, el club abre ahora sus puertas, o porque no decir su puerto, a otros eventos lúdicos en aras de promocionar no solo sus instalaciones sino también y sobre todo su nuevo restaurante llamado "Bon Vent", que comenzó su andadura hace menos de un año. Y es que a todo navegante hay que augurarle un muy "bon vent" para que el barco llegue lo antes posible a puerto.
En este caso el viento ha soplado a favor del barco y directo hacia la meta a tenor de la cantidad de gente que ha acudido a esta primera cita enológica destinada a dar a conocer vinos y bodegas además de crear vínculos de amistad entre los participantes.
Ha sido una primera cata con uno de los vinos incluidos en la carta de vinos del restaurante. Su nombre Abadía de San Quirce, de las Bodegas Imperiales que se encuentran en Gumiel de Izán, en Burgos.
Su fundación se remonta a 1998, año en el que un grupo de empresarios muy vinculados a la Ribera del Duero deciden apostar por la creación de una bodega centrada en una producción de calidad. Para ello cuentan con más de hectáreas de viñedo, algunas en propiedad y otras con un control completo de cultivo y crecimiento.
Dicen que su enóloga, Diana Moreno, es la mujer que susurra a los viñedos y de ahí el gran resultado de la producción y elaboración. Es como si ella mimara cada racimo de uva Tinta Fina que tras la vendimia se va a convertir en ese manjar para el paladar que nos acompaña en las comidas.
Todos los viñedos crecen en vaso, como era tradicional en esta zona, por lo que la vendimia se realiza a mano, seleccionando ya en el campo cada racimo que luego será llevado a la bodega. Se trata de una bodega pequeña, con una producción de 450 mil botellas, de las cuales 65 mil son de verdejo.
En total son seis vinos diferentes, el blanco verdejo, el 6 meses en barrica, el crianza, reserva, M9 y Finca Helena. Este último llama poderosamente la atención ya que viñedos centenarios, plantados justo después del desastre de la filoxera, a finales del siglo 19. Al tratarse de cepas tan antiguas no tienen mucha fuerza por lo que cuando salen los racimos hay que podar y dejar solamente un racimo por cada vid con el fin de que crezca con fuerza. La bodega posee un total de 2.500 vides viejas que producen una botella cada una, es decir, un racimo por botella.
Bodegas Imperiales ha recibido a lo largo de su existencia numerosos premios nacionales e internacionales por sus vinos. El último de ellos ha sido precisamente para el Finca Helena que este mismo año ha merecido la Medalla de oro del Concurso Internacional de la Unión Española de Catadores además del Bacchus de Oro en Concurso Internacional de vinos.
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