DIA DOS – LUNES 16 DE MARZO
EL EXTRAÑO ASUNTO DEL PAPEL
HIGIÉNICO
Siempre me he considerado como una persona
normal, del montón, pero el segundo día del confinamiento llegué a pensar que a
lo mejor no era tan normal porque no había salido corriendo al supermercado,
como casi todo hijo de vecino, para hacer acopio de rollos y más rollos de
papel higiénico. Recuerdo de mi época laboral que uno de los temas de
conversación más habituales en el trabajo, quitando el fútbol de los lunes, era
los problemas de estreñimiento del personal. Y digo yo ¿si hay tanto estreñido,
para que tanto papel higiénico?
En ese mismo instante quedó claro que el
mundo se había vuelto loco porque las noticias que llegaban de otros países contaban
la misma historia con prácticamente idénticas imágenes.
Era como el primer día de rebajas, con
todos los compradores amontonados a la puerta de la tienda esperando el
pistoletazo de salida para luego tirarse en plancha sobre los rollos de papel
higiénico en un intento de acaparar la mayor cantidad posible. Después todo el
mundo sale de la tienda con cara de satisfacción y con los carros llenos de
papel como si estuviera en oferta y además fuera un auténtico plato “gourmet”.
¡Vaya por Dios!
El caso es que por mucha gracia que nos hacía
esta locura por el papel higiénico, algunas noticias sobre el asunto eran
alarmantes. En Australia, por ejemplo, algún que otro comprador, sacó su navaja
para hacerse con el ansiado paquete de rollos. Está claro que con el papel
higiénico no se juega.
Los psicólogos no tardaron en explicar la razón por esta obsesión y todo se reduce al volumen. Comprar algo
grande nos tranquiliza en momentos de incertidumbre y si además es barato, pues eso, toca papel higiénico.
Pero a lo que iba. Llegó el lunes y el
asunto de los supermercados, al margen de los ansiados rollos, se convirtió en
la imagen apocalíptica del fin del mundo. Como si todas las personas supieran
que el día de mañana no iba a asomar por la puerta. El hecho me dejó aterrada
porque no tengo costumbre de acumular cosas, y menos aún comida, así que llegué
a pensar que por culpa de mi falta de previsión podríamos morirnos de hambre.
n la despensa faltaban cosas y también algún que otro capricho porque si vamos a estar encerrados lo mejor es pasar el tiempo disfrutando de la cocina. Había muy poca gente en la calle y en la tienda los justos. Claro ¡no había casi nada para comprar! Los estantes, las cestas de fruta y verdura, carnes, etc. ¡Todo vacío!
Y los chistes no tardaron en circular por las
redes sociales. Decía uno que en esta crisis el pueblo tiene un papel
muy importante; el higiénico, mientras que otro mostraba un cuadro de una
familia feliz del pintor colombiano Fernando Botero. Otros tenían muy claro que
si no nos mata el virus sufriríamos todo tipo de enfermedades causadas por toda
la comida que nos vamos a meter en el cuerpo. Subida de tensión, colesterol,
obesidad. ¡Y esto solo el segundo día! No podía ni imaginarme los chistes
dentro de una semana. ¡Esto va a ser la bomba!
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