REFLEXIONES EN UN ESTADO DE
ALARMA
Puedo decir y lo digo, además lo digo con voz alta y clara, para que
nadie se confunda, para que todos me entiendan sin fisuras, sin posibilidad de
caer en malentendidos o confusiones y lo digo, porque puedo decirlo, con toda
lucidez después de haberlo meditado profundamente, y por eso lo digo: “¡Estoy
hasta las mismísimas! ¡Estoy harta! ¡Estoy hasta las narices!”.
¿Por qué digo esto? Hagamos memoria.
DIA UNO – DOMINGO 15 DE MARZO
ESTADO DE ALARMA ¿ESO QUE ES
LO QUE ES?
Hoy es 15 de marzo del 2020. Ayer, Pedro
Sánchez presidente del gobierno español, había declarado el Estado de Alarma y
la cuarentena de los ciudadanos. Cuatro días antes, el 11 de marzo, la
Organización Mundial de la Salud proclamaba de forma oficial que la circulación
del Covid 19 se había convertido en una Pandemia mientras que varios meses
antes, muchos médicos, tanto españoles como de otros países, habían alertado
sobre la rápida y peligrosa expansión del Coronavirus.
El caso es que ese 15 de marzo había una
ligera confusión entre los españoles ya que muchos pensaban que la cuarentena
empezaba el lunes, pero no. Sorpresa para todos aquellos que salieron a la
calle para el aperitivo del domingo y fueron devueltos de nuevo a sus casas por
prescripción policial.
El Estado de Alarma nos pilló a 500
kilómetros de casa y cayó en mi organizado universo de pensionista como una
auténtica bomba informativa. El caso es que no sabíamos bien que hacer, si
volver a casa o quedarnos con nuestra hija y yerno para ayudarles con el bebé. A fin de cuentas, dos semanas se pasan
enseguida y aunque no podíamos salir nos haríamos al menos compañía mutua. Optamos
por seguir unos días más con el nieto para ver como evolucionaba la situación
epidemiológica y también la laboral de los jóvenes. Los dos confinados en casa
sin poder trabajar y ¿cobrar? Porque el teletrabajo en ambos casos no es una
opción.
A lo largo de toda la democracia española
solo se había decretado el Estado de Alarma en una ocasión anterior. Fue
durante la huelga de los controladores aéreos en el 2010 que causó un caos sin
precedentes en gran parte del espacio aéreo europeo. Se trata de un
instrumento, un marco legal que permite controlar las actividades y el
movimiento de la población durante un determinado tiempo.
Supongo que todos los países democráticos
tienen una legislación parecida con la que los gobiernos pueden organizar las
entradas y salidas de los ciudadanos en situaciones de emergencia con el fin de
evitar males mayores. En España
tenemos el Estado de Alarma, el Estado de Sitio y el Estado de Excepción y la
fórmula elegida para luchar contra la pandemia del Covid-19 ha sido el de
Alarma. Se aprobó mediante un decreto por el consejo de ministros y con una
validez de 15 días. El Congreso de los Diputados fue debidamente informado
sobre el asunto y ahí quedó eso.
En total quince días de confinamiento con
movimientos muy limitados. Quedaba restringida la salida a la calle salvo para
asuntos de extrema necesidad como ir a la farmacia, al supermercado, médico,
pasear al perro o comprar el periódico. La prensa se convirtió así en un objeto
de necesidad vital. ¡Y yo que pensaba que nadie leía ya la prensa! De eso se
quejan al menos los propios periódicos que dicen que no venden. En cuanto al
trabajo, todos a teletrabajar en la medida de lo posible. Esto significa el
cierre de todos los comercios y de gran parte de actividades que sustentan la
economía española. Pequeñas y medianas empresas, negocios familiares, tiendas
de barrio; todo dejó de existir de un día para otro y nadie sospechó el
desastre que se avecinaba.
Pero teníamos que habernos dado cuenta.
La idea era frenar en seco la expansión del Covid-19 para minimizar el impacto
en la población de un virus altamente contagioso y muy caprichoso en su forma
de dañar al enfermo. Era, es y probablemente seguirá siendo durante mucho
tiempo un enemigo invisible que ataca a escondidas. Pero insisto que teníamos
que habernos dado cuenta porque la OMS había declarado el 30 de enero que el
brote de Covid-19 constituía una emergencia de salud pública de preocupación
internacional.
Pero como la cosa venía de China y eso
está muy lejos pues no hace falta darse cuenta. Aquí en Europa todo es
diferente. Al menos eso es lo que pensábamos en enero y también en marzo.
Cuando la noticia del Estado de Alarma y
el confinamiento entró en nuestras vidas como un terremoto, teníamos que haber
caído en la cuenta de que la ciudad de Wuhan ya llevaba más de mes y medio
cerrada a cal y canto con sus habitantes con miedo hasta para asomarse por la
ventana. Ellos llevaban desde finales de enero confinados, pero nosotros
todavía no habíamos visto asomar las orejas al lobo. En España había entonces 7.753
enfermos y 288 fallecidos y la cosa iba “in crescendo”.
De ahí el Estado de Alarma. 15 días. A ver
qué pasa, pensaba yo sin grandes esperanzas. Porque si hay prorroga, como en
los partidos de fútbol, ya no hay decreto del consejo de ministros que valga.
El gobierno necesita la aprobación del Congreso de los Diputados. No sé, no sé,
tal y como está el patio entre los políticos y sus ansias por destacar habrá
más de una discusión sobre el tema y probablemente con palabras mayores.
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