martes, 28 de enero de 2014

TURISMO - ISLAS BORROMEAS

ISLAS BORROMEAS

Hace más de 350 años un aventurero de los de antaño se atrevió a traer a Italia un ciprés de Cashemira, del mismísimo Himalaya. A duras penas un palillo con alguna hoja que otra envuelta en papel de seda y transportada con todo el mimo del mundo. Y aquel árbol fue a parar a la Isola Madre, convirtiéndose en todo un símbolo de las Islas Borromeo. Hoy sigue en pié gracias al esfuerzo de cientos de cuidadores a lo largo de los siglos y también al abnegado equipo que decidió salvar el ciprés tras el huracán que lo arranco de la tierra en la noche del 28 de junio de 2006.
   Su pérdida, al igual que la de muchos otros árboles de la isla hubiera sido una gran tragedia ya que este lugar se ha convertido en un gran jardín botánico donde crecen especies traídas de los lugares más recóndito de la tierra. Decenas de trabajadores se pusieron en marcha para salvar este y muchos otros árboles aunque la salvación más espectacular fue la del Ciprés de Cashemira, no solo por su tamaño, sino también porque el viento enfurecido lo había dañado. Grúas, excavadoras y helicópteros participaron en la tarea que terminó con éxito.
   La Isla Madre es la más grande de las tres Borromeas y se caracteriza por un cambio continuo de colores que acompaña al visitante a lo largo del recorrido. Azaleas, rododendros, magnolias y camelias además de faisanes, pavos reales y papagayos crecen y viven en libertad en este inmenso parque lleno de paz y armonía. 

Además del  la isla alberga el Palacio Borromeo del siglo XVIII, un edificio en el que sin rubor alguno sería capaz de instalar mi hogar. Y no cambiaría nada, ni una sola puerta, ni una ventana, tan siquiera los tablones gastados del suelo. Porque este palacio está pensado para vivir, para disfrutar y para recibir a los amigos. Así que si eres mi amigo te abriré la puerta de mi Palacio de La Isla Madre.


Es una suerte tener un gusto tan modesto ya que la mayoría de los mortales eligirían el Palacio Borromeo de la Isla Bella, lugar donde por cierto se celebró hace algo más de dos años el enlace entre Matilde Borromeo y el príncipe Antonius von Furstenberg. Cuenta la historia que  el Conde Carlo III Borromeo llegó a este lugar cuando todavía era una escollera desnuda y estéril, pero como el amor lo puede todo, y dicen que todo esto se hizo por amor, el conde decidió convertir el islote en uno de los lugares más bellos del mundo dedicado a su amada esposa Isabella de Adda. Bautizó la isla con el nombre de su mujer aunque luego con el paso del tiempo y por aquello de la belleza del lugar se quedó sencillamente en Bella.
Esta claro que no escatimó en gastos e hizo llamar a los mejores arquitectos y diseñadores de la época. La obra comenzó en el siglo XVII y el reto era doble; por un lado había que construir un palacio único y por otro un jardín nunca visto. Crivelli y Richini entre otros, fueron los encargados de convertir el islote en un jardín italiano que hoy constituye un atractivo único en el mundo. Diez terrazas superpuestas, un anfiteatro, cientos de árboles, arbustos y flores traídos de todo el mundo, un grandioso palacio y una vista espectacular del lago Maggiore es el resultado de lo que en su día pudieron disfrutar Napoleón y su Josefina cuando visitaron la isla en 1797 o Mussolini, Laval y McDonald en su encuentro en 1935.    
 Las Islas Borromeas son tres, Isola Madre, Isola Bella e Isola Pescatore. 
Esta última es hoy en día un gracioso pueblo, antaño de pescadores, ahora de turistas, que destaca por su sencillez. Todo aquí es muy "pintoresco", muy pensado para el visitante y también muy, pero que muy caro. ¡Dos vinos blancos no pueden costar diez euros! 










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