jueves, 30 de enero de 2014

TURISMO - MUSEO DE CERILLAS

MUSEO DE CERILLAS - JÖNKÖPING

     Ningún producto ha dado tanta fama a Suecia y a la ciudad de Jönköping como la cerilla de seguridad en cuya fabricación participaron muchos protagonistas. De ahí la importancia de su Museo de Cerillas, situado a orillas del lago Vättern, que además es el único en su género del mundo.

    El Museo se encuentra ubicado en el edificio que fue  la primera fábrica de cerillas de la localidad. Aquí podemos seguir, paso a paso, como se elaboraban de forma manual las primeras cerillas y como, poco a poco, el proyecto de los hermanos Lundström se convirtió en una gran industria de fama mundial.

   Jönköping tenía en 1840 unos 4.500 habitantes y la elaboración de productos se hacía en pequeños talleres. Johan y Carl Lundström estaban fascinados con el crecimiento industrial en Europa y apostaban por la creación de la primera fábrica de cerillas en su ciudad. Johan era técnico y químico, con formación universitaria, y su hermano Carl comerciante y economista que hablaba varios idiomas y viajaba mucho a Europa para conocer de primera mano como llevar una industria.

   El primer taller se inauguró en 1845, con 30 empleados, pero muy pronto quedó pequeño por lo que tres años después inauguraron la primera fábrica, el edificio que en la actualidad alberga el Museo. Y es precisamente aquí donde podemos seguir con todo detalle el desarrollo de la elaboración de cerillas.

   La primera cerilla de seguridad fue inventada por el químico sueco Gustaf Erik Pasch en 1844. Cambió el fósoforo blanco utilizado hasta el momento (altamente venenoso y peligroso) por uno rojo, inocuo, que se pegaba en la caja. Sin embargo, su invento no era de muy buena calidad así que cuando Johan Lundström se hizo con la "receta", lo desarrolló y mejoró considerablemente. De esta forma los hermanos se llevaron el Gran Premio en la modalidad de seguridad en la exposición mundial de Paris de 1855. La Cerilla de Seguridad había llegado al mundo.
 
   Todo esto queda reflejado en las salas del museo que incluyen una explicación de todo el proceso de elaboración y muestra la maquinaria utilizada desde el comienzo hasta el cierre de la fábrica. Pero las salas cuentan también el sufrimiento y peligro al que estaban expuestos los trabajadores, en su mayoría mujeres y niños con jornadas laborales de 12 horas por un sueldo indigno.
   Muchos enfermaron o murieron de la necrosis causada por el fósforo venenoso cuyos humos inhalaban constantemente. El drama de todos ha quedado registrado en un solo nombre, el de Lena Törnqvist, cuya fotografía preside la sala de los trabajadores. A pesar de su enfermedad, de haber sufrido la pérdida de tres de sus seis hijos, la de su marido, llegó a cumplir los 80, una edad insólita para aquellos tiempos.

   Hay muchos nombres ligados a esta fábrica  que están presentes en el museo. Uno de ellos es el Bernhard Hay que a sus 17 años pasó a formar parte de la directiva de la empresa y que convirtió la fábrica en una de las más grandes de Suecia. Pero hizo también otras muchas cosas, como por ejemplo, organizar un sistema contra incendios en el edificio y crear cenas y actividades benéficas con el fin de recaudar fondos para los más necesitados.

   En el mundo de las cerillas tienen también gran importancia las cajas y las etiquetas en las que se trabajaba constantemente llegando a crear más de 15.000 dibujos diferentes. A tener en cuenta asimismo que la cerilla era el primer producto de uso cotidiano que se vendía de forma empaquetada y que al igual que en la actualidad los plagios y las falsificaciones eran habituales. Las cerillas suecas eran de gran calidad comparadas con las fabricadas en otros países por lo que todas intentaban parecer "lo más suecas" posibles. De hecho, durante un tiempo, había ante las costas japonesas una isla denominada "Jönköping" donde además se fabricaban cerillas.
   Pero la epoca del "Rey de las Cerillas" estaba todavía por llegar. Esto ocurrió en 1917 cuando el ingeniero Ivar Kreuger, en cuya familia también se fabricaban cerillas, decidió unir a los grandes fabricantes suecos. Así nació Svenska Tändsticksaktiebolaget, STAB, cuya meta era obtener el monopolio mundial en la fabricación de cerillas y de hecho en la década de 1920 la empresa controlaba el 70% de la fabricación de cerillas en todo el mundo.

   Pero  la gran depresión en la década de los 30 cambió la historia y el cuerpo sin vida de Ivar Kreuger fue hallado en 1932 en su piso de París. Nunca se esclareció si se trató de un suicidio o de un asesinato pero Kreuger había perdido mucho dinero con la depresión ya que había avalado personalmente un buen número de negocios.
   Y llegamos casi al final de esta historia. En 1936 nace la Fundación Solstickan. La industria cerillera de Suecia quería aportar su granito de arena a la hundida economía sueca de entreguerras. Las cerillas eran de uso cotidiano y un producto tan barato que nadie protestó cuando se incrementó el precio de la caja con una suma mínima. Ese dinero era, y sigue siendo, para la fundación y sus obras benéficas.


   Uno de los más destacados artistas e ilustradores del momento, Einar Nerman, fue el encargado de diseñar la etiqueta, el "logo", en un plazo de tiempo de 24 horas. Recibió 200 coronas por aquel trabajo, que si bien no era un dibujo original ya que lo copió levemente reformado de uno que había hecho con anterioridad, se ha convertido en todo un símbolo de las cerillas suecas. El original de este emblema vale hoy una auténtica fortuna. 

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