jueves, 29 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - VIAJANDO EN COMPAÑIA

VIAJANDO EN COMPAÑÍA
   Lo bueno de viajar es que uno hace amistades. Hoy hemos iniciado nuestro primer tramo de esclusas manuales. Para este tipo de trayectos, con nueve esclusas en total, es necesario llamar el día anterior al teléfono establecido y avisar de que vamos de tal punto a tal otro.
Porque de otra forma las esclusas manuales no funcionan.
   Amanecimos en Dun sur Meuse con otros cuatro barcos listos para iniciar el mismo recorrido hacia Verdun que nosotros. El holandés solitario, al que habíamos conocido en Mouzon y con el que charlamos amistosamente ya que al igual que nosotros tenía problemas con su motor. Yo me preguntaba cómo se manejaba en las esclusas, así en solitario, y el confesó que al principio había sido duro pero que a estas alturas se había ingeniado un sistema con unos ganchos etc. Viajaba solo, no porque fuera un solitario, sino porque su familia, mujer e hijos, eran más listos que él. Tú llevas el barco al Mediterráneo y luego nosotros vamos en avión para disfrutar de una bonita travesía bajo el sol tentador del mes de julio. El palo lo había mandado por camión con lo que  iba ligero de equipaje. Confesó también que quería  buscar un sitio, en los alrededores de Barcelona para guardar el barco en invierno con lo que el año que viene pueden, él y su familia, disfrutar del Mediterráneo. Él y sus hermanos etc. porque cuando alguien tiene un barco se apunta todo el mundo. Y es lo que yo digo ¿para qué quiero un barco si tengo amigos que ya tienen uno?
   Nos habíamos dividido en dos grupos. El holandés solitario viajaba con una motora grande de cuyos inquilinos sabemos todavía poco pero todo se andará porque soy cotilla por naturaleza. Una pareja con su gran yate, dos bicicletas y una moto a bordo. ¡Casi nada! Y todo con mandos a distancia, botoncitos que mueven las cosas y tecnología para todo. Coincidimos también con este barco, creo que fue en Maarssen aunque ellos solo pararon para comer.
   Estos dos iban detrás de nosotros manteniendo el riguroso orden de llegada al puerto. Los primeros en llegar algo antes que  nosotros, era un barco a motor llamada Lazy Lady, con el que habíamos coincidido en Stenay, pero con el que también habíamos compartido varias esclusas en Bélgica. Una pareja holandesa que se fijaron en que hablábamos español. Y él señor tan contento ya que tenía familia en Barcelona, un cuñado catalán, y visitaban con regularidad nuestro país. Hasta tal punto que se defiende bastante bien en nuestra lengua.
   Y ahí vamos lo cuatro barcos, en dos grupos diferentes (no caben más que dos a la vez en una esclusa) rumbo a Verdun. Las esclusas son manuales y eso significa que hay varios operarios al pié del cañón cada vez que llegas (por eso, si no avisas de que vas no hay nadie). Yo pensaba que una esclusa manual significaba que nuestro mando a distancia estaba inoperativo, pero no, lo de manual va mucho más allá. Significa literalmente manual.


Abren y cierran las esclusas con una manivela, primero una puerta, luego la otra. ¡Tecnología punta! Sólo se nos ocurre que el presupuesto para automatizar todas las esclusas no ha alcanzado. Claro que tiene también su lado positivo ya que da trabajo a una serie de señores que sino igual estarían en el paro.
Y además una nueva modalidad de esclusa........

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - BIENVENIDOS AL NORTE


BIENVENIDOS AL NORTE

   Desde nuestra entrada a Francia, por Givet, estábamos algo desconcertados. No se parecía en nada a lo que conocemos del país galo y tampoco de sus gentes. Habíamos parado en Vireux-Wallerand, quedado atascados en la esclusa de Fepín, conocido la solitaria y triste ciudad de Revin, disfrutado de la ciudad de Charleville e ido al concierto en Mouzon, pero nada encajaba. Esto no parecía Francia. Sus pueblos y sus gentes no tenían la organización férrea de los países del norte europeo, tampoco la alegría y el folclore de los del sur  y ¿entonces qué? Los pueblos estaban vacíos y  Alfonso decía que sus gentes habían huido de una invasión fantasma y los horarios de los comercios no tenían ni pies ni cabeza. Abren a las 12.00 si es que abren y cierran a las 17.00 o 18.00, y eso si hay comercios, que la mayoría de las veces vimos pocos.
   La verdad es que no caí en el asunto hasta que llegamos a Stenay (donde Rafa no hizo ninguna sola foto ya que no había nada para fotografiar) y el día después  a Dun sur Meuse.
   Estaba claro, esto era Bienvenidos al Norte. En Stenay, en su puerto, cierran a las 18.00 en punto. Los baños no tienen papel higiénico “porque se consume mucho” decía la responsable y cada uno tiene que llevar el suyo. Los retretes no tenían tapa, será que alguien se los lleva. Tienen un Museo de la Cerveza, el único que hay en Francia con un horario que va de 10.00 a 12.30  de 14.00 a 17.30. Teniendo en cuenta que los barcos, que son los que más turistas traen, llegan a media tarde y se van a primera hora de la mañana, me pregunto quién visitará el museo. Fuimos a tomar una cerveza al bar del pueblo (hay uno) y la señora nos miró como si fuéramos extraterrestres y luego, como para asegurarse de que éramos humanos, salió a la terraza a echarse un pitillo y no paró de vigilarnos.
   Todo era muy extraño pero la confirmación de Bienvenidos al Norte me llegó en Dun sur Meuse, otro pueblo fantasma con un bar y dos restaurantes, un super y una boulangerie.  Tomamos una cerveza en el bar y el camarero y su amigo, sus caras y su mirada, eran como sacados de la película. A mí me entró la risa y ellos casi a carcajada cuando Rafa le saca una foto a la copa de cerveza con su Grimberger. Lourdes quería algo para picar pero eso ya hubiera sido para nota.  Voy a la boulangerie a preguntar si hay un restaurante con comida típica de la zona. La dueña me mira con cara incrédula y dice que no hay comida típica de la zona.  Y todo esto en un francés un tanto extraño, con gran recelo y además con pocas ganas. Señores, hemos llegado al norte ¡Bienvenidos al Norte!
   Ciudades y pueblos vacíos que vivieron seguramente sus años de esplendor, dentro de las peculiaridades de sus habitantes, pero que ahora han quedado sumidos en la gran depresión. En España nos quejamos de la crisis, parece que todo está en venta, pero aquí tampoco se quedan cortos. Esa tristeza unida con el carácter tan diferente de los del norte hace de esta tierra un lugar de lo más curioso.
   Quiero que todo el mundo sepa que digo todo esto con respeto y con cariño.
De la misma forma que los propios franceses le sacaron jugo a la situación, de forma humorística y sin herir a nadie, a mí también me resulta gracioso y quiero compartirlo. Y añadir también, desde luego, que todos nos tratan con gran amabilidad y que si no dicen más que media palabra es porque a lo mejor su forma de ser así se lo impide.


martes, 27 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - MOUZON

MOUZON



  Llegamos a Mouzon el sábado a la una, justo a la hora del aperitivo y después de las vicisitudes vividas nos merecíamos con creces un vermouth. Menos mal que somos previsores y de lo bueno no falta nunca en el barco.


Aperitivo y comida y una revisión para asegurarnos de que todo estaba bajo control. Y entonces zas, de nuevo la catástrofe.
La correa del motor estaba a punto de reventar y el que estaba de reserva en el barco no valía. El anterior dueño le había asegurado a Alfonso de que había una y él lo comprobó, pero no pudo ni imaginar que uno compra una correa que no vale. ¡Y era sábado! El fin de semana por delante sin poder hacer nada y en busca de una correa nueva. Alfonso y Rafa corriendo de un lado para otro haciendo gestiones y finalmente dieron con una gasolinera en la que el hombre del taller intentaría conseguir una nueva para el lunes.
   Así quedó Mouzón ante nuestros pies, un gran pueblo a explorar en el que muy pronto descubrimos una serie de cosas de lo más curiosas.


Pero antes algo de historia. La fundación de este pequeño lugar se remonta siglos atrás en la historia y debe su “fama” (entrecomillas porque no sé si tiene mucha fama) a una inmensa Abadía fundada en el año 971, grandiosa, y que en la actualidad alberga un gran órgano construido en 1725 y que se utiliza todos los meses de verano para un buen número de conciertos. Y precisamente tuvimos oportunidad de asistir a uno el domingo por la tarde. Era el concierto inaugural de un pequeño órgano portátil, inspirado en ese tipo de instrumentos de la Europa central del siglo 18. Y la Abadía que es grande se llenó. Todos nuestros vecinos del puerto, del pequeño camping, y suponemos también del pueblo estaban ahí para disfrutar de dos horas de música de Haendel, Vivaldi y Bach. Fue una experiencia interesante aunque yo personalmente hubiera elegido otro repertorio de Bach.

   Cuando hay que destacar cosas en este viaje las destaco, ya sean buenas o malas. Mouzon, al margen de la Abadía con sus jardines tiene un pequeño museo de tejidos ya que antaño era un centro importante de fabricación de este material, un bar que no nos puso el partido de la final de la Champions ya que tenían la sala reservada para un evento, y un restaurante de comida típica de la zona por el módico precio de 40 Euros el menú sin bebida.



¡Un pueblo sin bares y con un solo restaurante con precios escandalosos! Lo comentamos con nuestros vecinos y todos coincidimos. Sin embargo tiene una “Boulangerie” estupenda que abre todos los días a las cinco de la mañana y cierra a las ocho de la noche. Pan recién horneado a lo largo del día y unos pastelitos que eran una tentación. Mouzon, en el que los horarios no tienen ni piés ni cabeza es además el pueblo que lidera la liga antitabaco ya que en ninguno de sus establecimientos se vende cigarrillos; el lugar más cercano a siete kilómetros.



 Pero la paciencia es una virtud y esperamos con tranquilidad la llegada del lunes para poder cambiar la correa. En vez del restaurante cenamos maravillosamente bien en el barco unos pasteles rusos con mucha cebolla frita y puré de patatas. Y en vez de ver el partido vimos una película y nos acostamos tarde. Total el domingo no había que madrugar. También buscamos internet pero eso no funciona igual de bien. Si había en la oficina de turismo, donde por cierto nos recibieron con toda la amabilidad del mundo intentando ayudarnos con la correa, con internet y con todo lo que hiciera falta. Y así hasta el lunes, con correa nueva y rumbo a otro destino. 

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - DOS EN UNO

CHARLEVILLE
   En este tramo de la historia voy a permitirme el lujo de unir dos capítulos en uno ya que si no sería un poco aburrido, sobre todo para los lectores. De Revín a Charleville llegamos sin problemas superando las esclusas automáticas con relativa soltura.
Se me había olvidado decir que desde nuestra entrada en Francia casi todas las esclusas son automáticas. Cuando  pagamos el peaje de los canales nos dieron un mando para poner en marcha de forma automática las esclusas.
Se abren, te dan luz verde para entrar, entras y amarras el barco, le das a la palanca azul, se cierra la esclusa, entra un buen chorro de agua que llena la esclusa y  cuando todo está listo, abre la compuerta. Todo automático.



   A lo largo del camino nos esperaban las Damas de Le Meuse, un paisaje de terciopelo verde de increíble belleza.
Se trata además de la leyenda más conocida de las Ardenas y cuenta la historia de Berthe, Ige e Hioderne, tres esposas de otros tantos cruzados. Cuando los valientes regresaron de la guerra descubrieron la infidelidad de sus mujeres y Dios para castigarlas las transformó en tres grandes rocas. Rocas que con el paso del tiempo se han visto cubiertas de una naturaleza verde y salvaje. 
   Una vez ubicados en Charleville era hora del paseo en esta ciudad que debe su nombre a su fundador, Charles de Gonzague, que en el siglo 17 dedicó parte de su gran fortuna a la construcción de una nueva ciudad a orillas de Le Meuse.




Se nota la planificación de la localidad ya que todo gira en torno a la  magnífica plaza  ante el Palacio Ducal y algunos monumentos que son agradables, un museo dedicado a las marionetas, además de bares y restaurantes. Sin duda un centro que ha visto años de grandeza y prosperidad económica pero que ahora está viendo asomar el fantasma de la crisis.

       Claro que contra la crisis no hay nada como un buen dulce así que unas tartaletas de manzana y una de fresa servirían de postre tras la cena a bordo.
   Por mucho que uno planifique un viaje siempre habrá imprevistos. El cómo saldrán las cosas depende de tantos variables que resulta imposible manejarlos todos. Y eso fue lo que nos ocurrió al día siguiente rumbo ya a nuestro siguiente destino, que tenía que haber sido Sedan, unos treinta y cinco kilómetros rio arriba, pero que resultó ser Lumes, a tan sólo diez. ¿Por qué? Cosas del destino y de todas las hojas y bichos que arrastra el río. Nada más salir de Charleville el motor deja de escupir agua lo que significa que el sistema de refrigeración no está funcionando correctamente.
Algo obstruye el paso del agua y ahí, nada más superar la primera esclusa, nos quedamos atascados entre la ciudad que acabábamos de dejar y Mézières. Y de nuevo al mal tiempo buena cara en busca de un mecánico con soluciones. Creo que un fontanero hubiera sido lo más acertado pero el caso es que el hombre que nos asistió nos salvó medianamente bien del atolladero. Y Lourdes y yo aprovechamos para ir de compras pero nada de trapitos, sino provisiones. Con la nevera llena y buen ánimo seguimos el camino hasta el atraque más cercano, a diez kilómetros, Lumes.

   Dependemos mucho del tiempo, aunque a medida que vamos al sur ha mejorado algo, pero también dependemos de los atraques y del horario de las esclusas. Abren a las 9.00 y cierran a las 18.00 así que hay un buen número de horas en las que no se puede navegar con estas barreras arquitectónicas por medio. Y si no da tiempo llegar a una marina o un pequeño atraque no queda otro remedio que parar en medio del río. Está permitido atarse a un árbol siempre y cuando no molestes la navegación. 

lunes, 26 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - BICHOS MALOS

BICHOS MALOS LOS HAY EN TODOS LOS LADOS
  
   Hoy voy a empezar por el final y ese es llegando el pueblo de Revin. Desde Vireux-Molhain hasta aquí unos 35 kilómetros, en teoría 5 horas de travesía, pero como he dicho en alguna ocasión anterior, los imprevistos son los que son y por eso se llaman así, no son cosas previstas. Así que llegamos a Revin y en la esclusa, situada justo antes de un túnel, el operario de turno mete tres barcos, nosotros y dos motoras, una de ellas bien grande.
Y la nuestra al frente del convoy lo que significa que cuando llenan exclusa,  el chorro y por tanto también la corriente para nuestro barco y también nuestros mermados músculos. La cosa no estuvo divertida y maldijimos al hombrecillo porque no se puede tener tanta mala idea.
   De todas formas salimos airados de la situación aunque la jornada se había alargado más de lo necesario. En la esclusa de Fepin pues pasó lo que a veces pasa, que se quedan atascadas.
Y el atasco duró más de una hora hasta que llegó el operario para arreglar la avería. Estábamos encerrados en la esclusa, pero no solos ya que con nosotros había una pareja alemana con su motora. Dicen que la paciencia es una virtud y eso se demuestra con un poco de relax, una taza de café y divagaciones sobe que es lo que ha ocurrido realmente.
   Con todo lo que nos ocurre a lo largo del río se me olvida contar como son los lugares que visitamos. Vireux-Molhain no tiene nada de particular salvo unos asentamientos romanos que fueron descubiertos en 1977 y que datan del siglo IV antes de Cristo. Es un pueblo con una calle que sube y otra que baja, un muelle para los barcos, con luz y agua, duchas, lavadora y un responsable del cotarro más que encantador. ¿Qué queremos la puerta abierta? Se queda abierta. ¿Qué hay que poner más de una lavadora? Se pone. Hombre regordete, con la sonrisa en la boca, y que no dudaba en darnos todo tipo de facilidades. El pueblo tiene también un super, donde Alfonso encontró un Paté de Canard que enseguida se convirtió en  historia, y una de las oficinas de turismo más espectaculares que he visto en un pueblo poblado por  cuatro gatos.
   Resulta que Vireux-Molhain es el centro del turismo del Valle de las Ardenas y como desde el año pasado estoy muy concienciada con lo que fueron las guerras mundiales me pongo a buscar datos. Este año es el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, el setenta aniversario del desembarco de Normandía de la Segunda Guerra Mundial, y aunque una cosa no tiene que ver con la otra, pero sí la tiene (y los historiadores me tacharán de inculta por decir esto) porque si la primera guerra terminó mal era inevitable una segunda. Pero a lo que iba, la Batalla de las Ardenas.
Cuando uno recorre el río, un remanso de paz y sosiego, resulta prácticamente imposible pensar que hace unos cien años, aquí había disparos y cañonazos y muertos a miles y miles. Y gran parte del recorrido del río Le Meuse conserva el recuerdo de los muertos en esa guerra. Todavía se ven los “bunkers” utilizados por los soldados y aunque la historia de la primera guerra queda lejos, no resulta difícil imaginar la tragedia de aquellos años. Y la memoria la guardan todos los puebles que recorren este tramo del río y en especial Haybes que fue destruida por las llamas provocada por los alemanes.
   Y llegamos a Revin, y vuelvo al principio que en el fondo es el final. Era un pueblo elegido por su marina, ya que en el viaje hay que mirar donde hay marinas y que es exactamente lo que necesitamos. Luz y agua siempre está bien y las duchas y los servicios casi imprescindibles.  
Y la de Revín tenía eso. Ubicada en el margen del río y rodeada de un parque tenía exactamente lo que queríamos, salvo internet. Eso del wifi no ha llegado todavía al viejo continente y más que una necesidad parece un lujo. Por eso no puedo siempre colgar en el blog las cosas en su momento. Así que en Revin no había wifi por ningún lado salvo en una cafetería a unos 15 minutos de paseo de la marina. Demasiado para el corpiño.

   ¿Y que hay en Revin? Buena pregunta. Ingenua de mi había leído en un folleto que había casas muy bonitas y sobre todo una española, de piedra con madera, así que ¡a hacer turismo! La casa desde luego que estaba ahí, ahora bien…….. casi como que no sigo. No era fea y nos dio cierta información pero de ahí a ser un interés turístico hay un abismo. ¿Y porque casa española?
El gran misterio. Dicen y cuenta la leyenda que se debe a un empresario español allá por ni se sabe o tal vez a la ocupación del territorio de Carlos V. El caso es que Revin vivió sus momentos de esplendor una vez finalizada la segunda guerra mundial y hasta finales del siglo pasado ya que era un centro metalúrgico de importancia. Ahora de ese brillo no queda ni la estela. Pero bueno, buscan su futuro turístico aunque si no se ponen las pilas no lo van a conseguir.

Y visto lo visto os aseguro que internet aquí es algo que no funciona demasiado bien. 

jueves, 22 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - CE´ST LA FRANCE

CE’ST LA FRANCE
   Hoy se ha cumplido el gran milagro. ¡Hemos llegado a Francia! Tocará pain rich y foi, tal vez también queso y……. esto no es precisamente un viaje de dieta, sino más bien todo lo contrario. canard de foi y a saber qué cosas más. Digo yo que si pasamos por diferentes localidades de diferentes  países, con sus productos gastronómicos ¡habrá que probarlos! Así hablaremos con conocimiento de causa y podremos decir si gustan o no gustan. De momento nos gusta todo y no ponemos cara de asco a nada. Lo único que hemos dejado en Bélgica sin probar han los mejillones con patatas fritas, y a mí se me habían antojado pero decían que eso era cosa de los del norte, o sea, de los flamencos, y nosotros hemos estado lidiando con los valones. Aunque eso sí, hemos oído hablar mucho flamenco (que no son sevillanas) y no se entiende ni patata.
Y os cuento que los chicos no han tardado ni dos minutos en ir a comprar un buen paté y otras cosas.
   Y ahora estamos en el país del parleux  vous y aquí todo cambia. Es curioso como países tan cercanos luego pueden llegar a ser tan lejanos. Holanda es amabilidad y a la vez un poco mañana, mañana,  y pulcritud; Bélgica es amabilidad y pelín desastre;  y Francia ya se verá. De todas formas por mi experiencia en otros viajes los franceses son un encanto. Iremos contando.
   Hemos tardado siete horas en recorrer 35 kilómetros. Todo sin grandes complicaciones pero las esclusas llevan su tiempo. Ahora son pequeñas pero aun así  hay que vaciar esclusa, abrir compuerta, meter el barco, amarrarlo, llenar esclusa, abrir compuerta, soltar el barco y seguir el camino.
Son procesos que llevan su tiempo y aunque ahora no tenemos grandes problemas para entrar, amarrar y salir, lo de subir metros en “ascensores” a paso de tortuga, lleva su tiempo.
   Estoy  escribiendo esto en la bañera del barco en un lugar llamado Vireux-Molhain, tomando un vino y acompañada de Alfonso, Lourdes y Rafa. Vinitos, gin-tonic y un poco de relax después de una larga travesía al tiempo que intentamos solucionar los problemas de la jornada. El primero de ellos fue que el mando de las esclusas automáticas que habíamos alquilado, que a partir de ahora serán casi todas así, no funcionaba.


¡Estupendo! Menos mal que aquí al borde del río todo es “piano, piano” y las cosas se van solucionando.  Lavadora y secadora para tener ropa limpia, y aunque el jefe cierra a las siete, Lourdes se lo liga y no hay problema. Deja la puerta abierta sin más.  Llenamos agua, enchufamos la luz, aceite para el motor… y a la espera de la cena, que hoy la preparará Rafa.
   Hoy hemos entrado en Francia y aquí los canales van a ser diferentes. De momento nada más entrar la cosa se estrechó considerablemente. La profundidad mermó y luego nuestro primer túnel, largo y oscuro en donde solo faltaba el acomodador. ¡Super! 
Y la foto, pues portada de cualquier revista que se precie. Habíamos cogido un atajo, el obligatorio, ya que el río está destinado a una central nuclear. Un mini canal sorprendente por el que sin duda nos hemos ahorrado varios kilómetros.  La idea era llegar a Fumay pero ni de broma. Hemos tenido que parar en un pequeño pueblo con asentamientos romanos así que podemos sentirnos como los conquistadores de antaño. Aquí no hay nada, sólo una sorprendente oficina de turismo, un supermercado y un atraque con comodidades más que suficientes.

No hay internet así que esto se colgará cuando podamos, espero que mañana, después de otros 35 kilómetros y tropecientas mil esclusas. Está claro que esto empieza a ser una travesía romántica en la que las prisas y la vida moderna sobran. Nosotros a lo nuestro. ¡A la conquista del Mediterráneo!




















NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - EN BUSCA DE LEFFE

EN BUSCA DE LEFFE
   ¿A quién no le apetece una Leffe? A nosotros desde luego que sí, así que amanecimos rumbo a Dinant donde los monjes de la Abadía de Leffe habían iniciado la producción de este preciado brebaje en el siglo XII. Supongo yo que entre rezo y rezo había que tener la mente entretenida y que mejor idea que dejar fermentar el lupo para conseguir una de las mejores bebidas del mundo; la cerveza.
Salimos de Namur soñando con la Abadía y con ese gran vaso de Leffe que además disfrutaríamos como nunca ya que el calor ha llegado. Muchas esclusas, pero cada vez más pequeñas, en un paisaje cada vez más verde y romántico.  En este tramo a duras penas quedan fábricas y las gabarras escasean por momentos.  Yo a cada rato me pregunto de que vive la gente que tiene su hogar a orillas del río (seguimos por Le Meuse), sobre todo en esta época de depresión económica, pero supongo que sobreviven como todo el mundo. Cada uno se busca el pan nuestro de cada día.

Tras la última esclusa llegamos a Dinant, ¡el milagro!,
¡la salvación!, ¡la cerveza Leffe!, porque hacía calor, mucho calor.  Atracamos rápidamente el barco en el muelle de visitantes, nos informamos de todos los servicios disponibles y preguntamos también por nuestro ansiado tesoro, la cerveza Leffe. ¿Leffe? Aquí no queda nada de Leffe, fue la respuesta en la oficina de turismo.  La fábrica ya se la han llevado a otro lugar y la Abadía de los monjes creadores de este gran brebaje está cerrada. ¿Bueno, pero que se puede ver? En el pueblo hay una “Citadella” que está “ahí arriba”, vaya que da vértigo solo pensarlo.
¡Chasco total! No monjes, ni fábrica, ni na de na. Aunque al menos había Leffe y tras un breve paseo por el pueblo, que estaba de celebración con el 200 cumpleaños de su hijo ilustre Alejandro Sax, nos fuimos al Restaurante Leffe, para beber Leffe y comer pollo con salsa de Leffe. ¡Porque Leffe tenía que ser!

   La verdad es que el que no se divierte es porque no quiere y hay que sacarle, siempre que se pueda, un poco de jugo a la vida. Y creo que es lo que estamos haciendo en este viaje, al margen de la experiencia de llevar un barco de un mar a otro “tierra adentro”.
Cuando se lo contamos a los holandeses y belgas nos miran con cara de asombro. Vaya, vaya, dicen y añaden que ojo en Francia con la profundidad de los canales. Y en este tipo de viajes, donde el camino solo lleva a un mismo sitio, uno se encuentra de cuando en cuando con los mismos viajeros intrépidos.  Así en Marssen, ya lo conté, nos ayudaron a sacar el barco que había pinchado, unos australianos. Les volvimos a ver en Namur y luego eran de nuevo nuestros vecinos en Dinant. Ahí ya hablamos con ellos más de la cordialidad  y sorprende  oír a australianos hablar en perfecto español con acento argentino. Habían comprado su barco en Holanda e iban de vacaciones hacia los canales franceses.
¿Y nosotros? Nosotros vamos hacia España con el barco de Alfonso comprado en Holanda. ¿Y cómo hacéis para cruzar las montañas? Esa fue la pregunta. Claro que no vamos a pedir a los australianos que sepan algo de geografía europea de la misma forma que nosotros de la australiana sabemos bien poco (yo al menos  y eso que tengo familia ahí) Me hubiera gustado decirle que Atila nos estaba esperando con sus elefantes pero Alfonso se adelantó y explicó que los canales llevan al Mediterráneo y luego seguimos navegando. Os aseguro que no me estoy metiendo con ellos, ni nada por el estilo, solo que me hace mucha gracia la idea que los de otros continentes tienen del nuestro. Supongo que a ellos también les pasa lo mismo cuando nosotros vamos al suyo.

domingo, 18 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - LA JORNADA MÁS LARGA

LA JORNADA MÁS LARGA


    El trayecto entre Liége y Namur ha sido de momento la jornada más larga, casi ocho horas.  Me contaba mi hermana en un email que el sol está ahí, aunque no lo veamos, y efectivamente tiene razón. Porque el día amaneció soleado, precioso, y con calor. Menos mal porque esa iba a ser nuestra jornada de siete horas en el río, con esclusas y más bla bla bla que ya conocéis.


Hasta ahora en el trayecto belga el paisaje no ha sido como para echar cohetes, sino más bien todo lo contrario. Uno ve a lo largo del día los gloriosos días de la bonanza que luego se convierten en la tragedia de la penuria. Pero a partir de Liége y rumbo a Namur la cosa cambia un poco.



Las industrias siguen presentes, pero cada vez menos y aunque las hay ya muertas del todo, no son tantas y la naturaleza parece que se ha abierto camino de entre tanto amasijo de hierro.

El  río se vuelve tranquilo, con menos gabarras y menos tráfico en general y contando que es sábado los aficionados a la pesca se amontonan en la orilla con sus cañas lanzadas al agua esperando a que pique, no sé si algo o alguien.
   Las esclusas siguen  omnipresentes, aunque ya no las tenemos tanto miedo. El secreto está en entrar cuando las grandes gabarras hayan apagado sus motores y estén bien amarrados a la esclusa. Ellos no tienen miramientos con nosotros así que nosotros (los barcos pequeños se entiende) tampoco con ellos. Y si tienen que esperar, por mucha prisa que tengan, que esperen. En una de las esclusas, una vez entrada la gabarra se enciende la luz roja impidiéndonos el paso así que “Velero llamando a la esclusa, ¿qué pasa con la luz? ¿por qué en rojo cuando vamos a entrar?”  Sencillamente no nos habían visto. Manda narices, somos pequeños pero peleones.
   Con tantas horas de trayecto hay que comer sobre la marcha y Lourdes de nuevo se luce. Puchero del rico para todo el mundo. Con tantas horas de río al cuerpo hay hambre pero al mismo tiempo hace calor así que sobra puchero para otro días.
Además la idea es hacer Namur “la nuit” ya que a partir de este momento estamos todos dándole al “parlevu”. Hay que ir practicando ya que nos acercamos a Francia y ahí la cosa se pondrá muy “francesa”. Aunque ya hemos disfrutado de los quesos holandeses, estamos esperando con ansiedad los franceses, el paté y los buenos vinos (aunque ya sabemos que son carísimos). Pero esto es un viaje también de placer así que no nos vamos a privar.


  Llegando a Namur nos tocaba la última esclusa de la jornada ¡y era para nosotros solos! Eso sí, la más sucia que hemos visto. Si alguien se cae al agua muere directamente de contaminación. Cosa más asquerosa.

   La entrada  a Namur fue estupenda y la ciudad es más que agradable. Tiene una inmensa Ciudadela y calles y plazas llenas de bares y tiendas con gente disfrutando del fin de semana.
Nada que ver con Liége, que nos defraudó profundamente. Esto es otra cosa. Además aquí vimos a Iñaki y su novia Cristina, hijos de unos amigos de Alfonso y Lourdes. Jóvenes fantásticos que demuestran lo que nosotros los mayores deberíamos saber; que  Europa es una, grande y firme, y que los jóvenes se hacen a la vida en cualquier lugar del viejo continente. Porque es SU CONTINENTE.  ¡A ver si los que mandan, y cobran de nuestros bolsillos se enteran de eso de una vez por todas!

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - NUESTRA SUERTE ESTA CAMBIANDO

NUESTRA SUERTE ESTA CAMBIANDO
  
   Con esto hago naturalmente referencia al tiempo. Ayer en Maastricht disfrutamos un poco del sol y hoy el día amaneció con una extraña bombilla encendida en el cielo. Y hacía casi calor. La idea de la jornada era navegar hasta Liége, un total de 30 kilómetros con solo una gran esclusa ante nosotros.
Una jornada que se presentaba sencilla y así ha sido. La esclusa de Lanaye nos elevó 13 metros y pudimos entrar después de una inmensa gabarra y una motora holandesa con cuatro tripulantes a bordo. Ellos, de lo más amables, nos ayudaron a amarrarnos a su lado para mayor seguridad. Cuatro pijos holandeses que se iban a comer a Liège para luego regresar junto a sus santas esposas. Yo para mí que se habían cogido el fin de semana para ir de parranda porque ¿quién entra en un barco con camisa blanca, pantalón planchado y náuticos recién limpiados?
Claro que la cosa no era de nuestra incumbencia pero resulta divertido fantasear y hacer comentarios.
   En la esclusa estábamos ya en territorio belga y había que hacer el papeleo que duró exactamente 30 segundos. Aquí nadie pregunta nada, tan siquiera a quién llevas a bordo, así que cualquiera puede pasar de un país de otro. Fue como digo un abrir y cerrar de ojos y siguiendo el camino.
Como yo ya había augurado esta parte del trayecto es bastante feo. El Albert Kanaal pasa por una naturaleza bastante agradable pero que ha sido completamente estropeada por el hombre. Aquí se ve el lado bueno y malo de la civilización, las dos cosas a la vez, ya que el canal está bordeado por grandes industrias, que en su día fueron más que prósperas pero que ahora, con la crisis, han quedado abandonadas. Y siguiendo la bonanza de la época fructífera crecieron también a lo largo del río grandes urbanizaciones, casas en altura para albergar a los trabajadores, que hoy están en el paro y sus casas en decadencia. Eso es lo que vemos desde el canal que nos va a llevar a pleno centro de Liége, en la única marina que hay a treinta kilómetros de distancia.
    Llegamos a la ciudad con calor y hambre y no hay nada como una buena comida para apaciguar los ánimos y llenar el espíritu de fuerza para seguir el camino. ¡Y además nuestra primera comida en la bañera! ¡Al aire libre! ¡Con el sol en el cielo! Luego tocaría ducha, tareas domésticas, porque aquí también hay que lavar y limpiar, para luego disfrutar de un viernes por la noche en Liége. Pero lamentablemente Liége no vale gran cosa. Así que no pienso escribir sobre esa ciudad. No me da la gana y no me inspira. Mucho ambiente, eso sí, y grandes pizzas, pero poco más. A ver qué pasa el día de mañana cuando marcharemos rumbo a Namur, una ciudad que desconocemos por completo pero que seguramente nos traerá algo bueno. 




NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - TURISTAS

TURIIIIISTAS

   Eso es así porque venimos del tercer país con más turismo del mundo aunque a veces nos ponemos en segundo lugar. Y todo se pega, incluso el hecho de sentirse turista y que te tomen un poco el pelo. Menos mal que estamos de buen talante porque si llegamos a estar de mal humor ya nos hubieran oído. Pero dicen que la paciencia es una virtud así que ahí andamos, con paciencia y una sonrisa para no perder la compostura.

   Tocaba turismo en Maastrich, ciudad conocida antes en España como Mastrique, y cuyo nombre viene del latín Trajectum ad Mosam, lo que significa el que cruza el Mosa, haciendo referencia a un puente que construyeron los romanos durante el reinado de Cesar Augusto . Dicen que es la ciudad más antigua de los Países Bajos aunque lo mismo dice Nimega así que la disputa sigue abierta y con tantos siglos por medio creo que a estas alturas da lo mismo que da igual. Además por este lugar no pasaron solo los romanos ya que antes estuvieron también los celtas y si nos remontamos más en la historia a saber a qué culturas encontramos que a lo mejor prefirieron no dejar huella para el futuro sino que llegaron y se fueron sin más. En cualquier caso tiene el Puente de San Gervasio que es el más antiguo del país.   

   Maastricht no es una ciudad grande pero si una ciudad turísticamente importante que además junto con la ciudad belga de Liega y la alemana de Aquisgrán conforma una de las zonas más prósperas de esta parte de Europa.  Otra de sus características es su peculiar forma de vida junto con su población cosmopolita y su alta cocina. Y precisamente es ahí donde quería llegar.
  Tras un paseo turístico recomendado por los barrios más antiguos y pintorescos de la ciudad entra el hambre con cervecita incluida en un bar donde gracias a Lourdes ya aprendieron lo que es ”una tapita”.
Luego una buena comida y ¿por qué no en un restaurante portugués recomendado? Se llama Taberna La Vaca y efectivamente algunas de las especialidades son portuguesas. Los chicos optaron por una pasta con almejas, yo un pollo a la portuguesa y Lourdes un solomillo. La comida era buena, no lo vamos a negar pero las raciones se presentaron como tapitas, mínimas, a precio de plato,  con lo que el hambre seguía ahí. Además lo del vino portugués iba a ser que no, ya que una botella subía a la friolera de 34 €. Los vinos españoles algo más barato pero, vaya, caro, carísimo. Nos sentimos algo timados y también algo turiiiistas.
   En fin, como las barrigas no quedaron llenas hubo que recurrir a una pastelería donde  tenían una tarta de manzana que dicho sea de paso estaba muy, pero que muy, rica. Al margen de estas anécdotas, Maastricht tiene su encanto y es una ciudad muy viva llena de jóvenes estudiantes que se reúnen en el centro en los múltiples cafés y restaurantes que pueblan las calles y las plazas. 
Y pudimos disfrutar de lleno de la ciudad gracias a que habíamos atracado en el Club Náutico de Trech, que se encuentra solo a dos kilómetros del centro. Paseamos a gusto y disfrutamos de un día en el que el tiempo nos mostró su cara amable, aunque a la noche volvió el frío.  Y para terminar. Lo del Wifi en Europa no es de lo más serio. En este puerto tenían, en el despacho del harbourmaster (ese hombrecillo algo rechoncho, os acordáis). La señal llegaba a los jardines pero claro, si el tiempo no invita, ¿quién se sienta en la intemperie para conectarse a la red?  Eso sí, es un país enamorado de las bicicletas hasta tal punto que las visten con hechuras de punto.