BIENVENIDOS AL NORTE
Desde nuestra entrada a Francia, por Givet,
estábamos algo desconcertados. No se parecía en nada a lo que conocemos del
país galo y tampoco de sus gentes. Habíamos parado en Vireux-Wallerand, quedado
atascados en la esclusa de Fepín, conocido la solitaria y triste ciudad de
Revin, disfrutado de la ciudad de Charleville e ido al concierto en Mouzon,
pero nada encajaba. Esto no parecía Francia. Sus pueblos y sus gentes no tenían
la organización férrea de los países del norte europeo, tampoco la alegría y el
folclore de los del sur y ¿entonces qué?
Los pueblos estaban vacíos y Alfonso decía
que sus gentes habían huido de una invasión fantasma y los horarios de los
comercios no tenían ni pies ni cabeza. Abren a las 12.00 si es que abren y
cierran a las 17.00 o 18.00, y eso si hay comercios, que la mayoría de las
veces vimos pocos.
La verdad es que no caí en el asunto hasta que llegamos a Stenay (donde Rafa no hizo ninguna sola foto ya que no había nada para fotografiar) y el
día después a Dun sur Meuse.
Estaba claro, esto era Bienvenidos al Norte. En Stenay, en su puerto, cierran a las 18.00 en punto. Los baños no tienen papel higiénico “porque se consume mucho” decía la responsable y cada uno tiene que llevar el suyo. Los retretes no tenían tapa, será que alguien se los lleva. Tienen un Museo de la Cerveza, el único que hay en Francia con un horario que va de 10.00 a 12.30 de 14.00 a 17.30. Teniendo en cuenta que los barcos, que son los que más turistas traen, llegan a media tarde y se van a primera hora de la mañana, me pregunto quién visitará el museo. Fuimos a tomar una cerveza al bar del pueblo (hay uno) y la señora nos miró como si fuéramos extraterrestres y luego, como para asegurarse de que éramos humanos, salió a la terraza a echarse un pitillo y no paró de vigilarnos.
Estaba claro, esto era Bienvenidos al Norte. En Stenay, en su puerto, cierran a las 18.00 en punto. Los baños no tienen papel higiénico “porque se consume mucho” decía la responsable y cada uno tiene que llevar el suyo. Los retretes no tenían tapa, será que alguien se los lleva. Tienen un Museo de la Cerveza, el único que hay en Francia con un horario que va de 10.00 a 12.30 de 14.00 a 17.30. Teniendo en cuenta que los barcos, que son los que más turistas traen, llegan a media tarde y se van a primera hora de la mañana, me pregunto quién visitará el museo. Fuimos a tomar una cerveza al bar del pueblo (hay uno) y la señora nos miró como si fuéramos extraterrestres y luego, como para asegurarse de que éramos humanos, salió a la terraza a echarse un pitillo y no paró de vigilarnos.
Todo era muy extraño pero la confirmación de Bienvenidos al Norte me
llegó en Dun sur Meuse, otro pueblo fantasma con un bar y dos restaurantes, un
super y una boulangerie. Tomamos una
cerveza en el bar y el camarero y su amigo, sus caras y su mirada, eran como
sacados de la película. A mí me entró la risa y ellos casi a carcajada cuando
Rafa le saca una foto a la copa de cerveza con su Grimberger. Lourdes quería
algo para picar pero eso ya hubiera sido para nota. Voy a la boulangerie a preguntar si hay un
restaurante con comida típica de la zona. La dueña me mira con cara incrédula y
dice que no hay comida típica de la zona.
Y todo esto en un francés un tanto extraño, con gran recelo y además con
pocas ganas. Señores, hemos llegado al norte ¡Bienvenidos al Norte!
Ciudades y pueblos vacíos que vivieron seguramente sus años de
esplendor, dentro de las peculiaridades de sus habitantes, pero que ahora han
quedado sumidos en la gran depresión. En España nos quejamos de la crisis,
parece que todo está en venta, pero aquí tampoco se quedan cortos. Esa tristeza
unida con el carácter tan diferente de los del norte hace de esta tierra un
lugar de lo más curioso.
Quiero que todo el mundo sepa que digo todo esto con respeto y con
cariño.
De la misma forma que los propios franceses le sacaron jugo a la situación, de forma humorística y sin herir a nadie, a mí también me resulta gracioso y quiero compartirlo. Y añadir también, desde luego, que todos nos tratan con gran amabilidad y que si no dicen más que media palabra es porque a lo mejor su forma de ser así se lo impide.
De la misma forma que los propios franceses le sacaron jugo a la situación, de forma humorística y sin herir a nadie, a mí también me resulta gracioso y quiero compartirlo. Y añadir también, desde luego, que todos nos tratan con gran amabilidad y que si no dicen más que media palabra es porque a lo mejor su forma de ser así se lo impide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario