OVERBOOKING EN LAS ESCLUSAS
Está claro que en este mundo hay una ley internacional y es la del más
fuerte. El día de hoy nos lo ha demostrado con toda claridad. Tras diez horas
en el barco hemos llegado a Maastricht haciendo un recorrido de unos 45
kilómetros, lo que en principio iban a ser siete horas se convirtieron en diez.
¿Qué cómo? Pues siguiendo esa regla de la ley del más fuerte. En los canales las gabarras son los amos, van a lo suyo, a fin de cuentas están de trabajo y nosotros de placer. Eso significa que cuando llegamos a una esclusa y hay overbooking, los que tenemos que esperar somos los pequeños. Nos esperaban dos esclusas, la primera la Esclusa de Maasbracht que nos elevaría casi doce metros. En este tipo de esclusas el sistema de amarre es diferente, el noray está en una especie de elevador con lo que en teoría solo hay que amarrar el barco en ese noray y esperar mientras el agua sube.
Esa es la teoría porque luego la práctica es bien distinta. Las gabarras dejan los motores encendidos a toda marcha con lo que producen una corriente importante dentro de la esclusa y estabilizar el barco se complica bastante.
¿Qué cómo? Pues siguiendo esa regla de la ley del más fuerte. En los canales las gabarras son los amos, van a lo suyo, a fin de cuentas están de trabajo y nosotros de placer. Eso significa que cuando llegamos a una esclusa y hay overbooking, los que tenemos que esperar somos los pequeños. Nos esperaban dos esclusas, la primera la Esclusa de Maasbracht que nos elevaría casi doce metros. En este tipo de esclusas el sistema de amarre es diferente, el noray está en una especie de elevador con lo que en teoría solo hay que amarrar el barco en ese noray y esperar mientras el agua sube.
Esa es la teoría porque luego la práctica es bien distinta. Las gabarras dejan los motores encendidos a toda marcha con lo que producen una corriente importante dentro de la esclusa y estabilizar el barco se complica bastante.
Ese es uno de los problemas. El siguiente es que que cuando llegamos a
la segunda esclusa, la Esclusa de Born, con otra elevación de once metros y
medio, había muchos esperando y más que llegaron. Y aquí “marica el último”, eso en cuanto a los
grandes se refiere porque a nosotros, los pequeños, no nos dan ni opción a
entrar. ¡Y hay que ver como cargan las esclusas! Los barcos entran como
sardinas en lata, al menos cuatro gabarras a la vez y mientras tanto ¡nosotros
esperando! Además todos entrando con la
luz roja bien iluminada. Hablamos con el jefecillo de la esclusa y nos dijo que
a la siguiente tras dos grandes barcos nos daban permiso para entrar. En total
dos horas y media de espera en la esclusa.
Hoy, hasta llegar a ese punto, hemos
tenido buen tiempo, sol y nubes. Llegada la espera empezó a llover como de
costumbre. Menos mal que en un barco siempre hay cosas que hacer, como por
ejemplo preparar la comida para tenerla lista una vez llegado el momento. Tras la esclusa nos esperaba por tanto un
pollo asado con patatas. Rico, rico.
Lamentablemente en Maastricht no hemos
podido ir a la Marina Histórica que está en pleno centro ya que no hay profundidad suficiente así que hemos ido a otra un poco más alejada.
Y a las seis de la tarde no está el responsable del puerto. Es que ya se ha
ido.
¿Alguien me puede explicar cómo es posible que un capitán de puerto deje su trabajo justo a la hora cuando más barcos entran? Menos mal que una llamada telefónica puede solucionar muchas cosas así que ahora estamos con agua y luz de sobra, duchas a nuestra disposición y como no una gran cerveza de recompensa. El harbourmaster, un título algo rimbombante, correspondía en esta ocasión a un hombre pequeño, algo gordito, que tenía prisa porque había quedado con la parienta. Pero al menos solucionó los problemas.
¿Alguien me puede explicar cómo es posible que un capitán de puerto deje su trabajo justo a la hora cuando más barcos entran? Menos mal que una llamada telefónica puede solucionar muchas cosas así que ahora estamos con agua y luz de sobra, duchas a nuestra disposición y como no una gran cerveza de recompensa. El harbourmaster, un título algo rimbombante, correspondía en esta ocasión a un hombre pequeño, algo gordito, que tenía prisa porque había quedado con la parienta. Pero al menos solucionó los problemas.
No sabemos lo que nos deparará el día de mañana pero de momento lo que es seguro es que vamos a hacer turismo. Ya que pasamos por aquí habrá que aprovechar el momento y darnos una vuelta por la ciudad para seguir nuestro camino pasado mañana.
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