MOUZON
Llegamos a Mouzon el sábado a la una, justo a la hora del aperitivo y
después de las vicisitudes vividas nos merecíamos con creces un vermouth. Menos
mal que somos previsores y de lo bueno no falta nunca en el barco.
Aperitivo y comida y una revisión para asegurarnos de que todo estaba bajo control. Y entonces zas, de nuevo la catástrofe.
La correa del motor estaba a punto de reventar y el que estaba de reserva en el barco no valía. El anterior dueño le había asegurado a Alfonso de que había una y él lo comprobó, pero no pudo ni imaginar que uno compra una correa que no vale. ¡Y era sábado! El fin de semana por delante sin poder hacer nada y en busca de una correa nueva. Alfonso y Rafa corriendo de un lado para otro haciendo gestiones y finalmente dieron con una gasolinera en la que el hombre del taller intentaría conseguir una nueva para el lunes.
Así quedó Mouzón ante nuestros pies, un gran pueblo a explorar en el que
muy pronto descubrimos una serie de cosas de lo más curiosas.
Pero antes algo de historia. La fundación de este pequeño lugar se remonta siglos atrás en la historia y debe su “fama” (entrecomillas porque no sé si tiene mucha fama) a una inmensa Abadía fundada en el año 971, grandiosa, y que en la actualidad alberga un gran órgano construido en 1725 y que se utiliza todos los meses de verano para un buen número de conciertos. Y precisamente tuvimos oportunidad de asistir a uno el domingo por la tarde. Era el concierto inaugural de un pequeño órgano portátil, inspirado en ese tipo de instrumentos de la Europa central del siglo 18. Y la Abadía que es grande se llenó. Todos nuestros vecinos del puerto, del pequeño camping, y suponemos también del pueblo estaban ahí para disfrutar de dos horas de música de Haendel, Vivaldi y Bach. Fue una experiencia interesante aunque yo personalmente hubiera elegido otro repertorio de Bach.
Cuando hay que destacar cosas en este viaje las destaco, ya sean buenas
o malas. Mouzon, al margen de la Abadía con sus jardines tiene un pequeño museo
de tejidos ya que antaño era un centro importante de fabricación de este
material, un bar que no nos puso el partido de la final de la Champions ya que
tenían la sala reservada para un evento, y un restaurante de comida típica de
la zona por el módico precio de 40 Euros el menú sin bebida.
¡Un pueblo sin bares y con un solo restaurante con precios escandalosos! Lo comentamos con nuestros vecinos y todos coincidimos. Sin embargo tiene una “Boulangerie” estupenda que abre todos los días a las cinco de la mañana y cierra a las ocho de la noche. Pan recién horneado a lo largo del día y unos pastelitos que eran una tentación. Mouzon, en el que los horarios no tienen ni piés ni cabeza es además el pueblo que lidera la liga antitabaco ya que en ninguno de sus establecimientos se vende cigarrillos; el lugar más cercano a siete kilómetros.
Pero la paciencia es una virtud y esperamos con tranquilidad la llegada
del lunes para poder cambiar la correa. En vez del restaurante cenamos
maravillosamente bien en el barco unos pasteles rusos con mucha cebolla frita y
puré de patatas. Y en vez de ver el partido vimos una película y nos acostamos
tarde. Total el domingo no había que madrugar. También buscamos internet pero
eso no funciona igual de bien. Si había en la oficina de turismo, donde por
cierto nos recibieron con toda la amabilidad del mundo intentando ayudarnos con
la correa, con internet y con todo lo que hiciera falta. Y así hasta el lunes,
con correa nueva y rumbo a otro destino.
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