¿LA GRAN ESTAFA? (Engañados en Maarssen)
Tras la marina de los cincuenta céntimos pusimos rumbo
a Maarssen que está justo al lado de Utrecht. Ninguna
esclusa en el camino pero si muchos puentes elevadizos
bien bajitos con lo que había que esperar a las
aperturas. Pero no hay mal que por bien no venga ya que
hemos aprendido que hay tres formas de abrir estos
puentes. El primero esperar con infinita paciencia a que
el operario de turno, que está a kilómetros de distancia
viendo los barcos a través de una cámara, se termine el
bocadillo de las 12.00 y se digne a parar el tráfico
rodado, abriendo el semáforo rojo, con la intención de
elevar el puente para que pasen los barcos. ¡Todo esto si
en ese mismo instante no le llama la parienta por el móvil
diciendo que va justo por esa carretera, que tiene prisa
y que no se le ocurra abrir el puente! El segundo, acercar
el barco sigilosamente al puente, para que la cámara con
mando automático te enfoque con claridad y ¡zas! el puente
se abre como por arte de magia. Y el tercero, que es el
que más me gusta, es llegar al puente, donde al pié del
cañón hay un octogenario (por lo menos) que lleva toda su
vida trabajando en lo mismo. Esta amabilísima persona te
saluda con cariño, toca el silbato, para el tráfico
bruscamente, abre el puente y cede el paso a lo que para
el seguramente es lo más sagrado; el barco.
Así, entre puente y puente y también entre sol, nubes
y llovizna llegamos a Maarssen para hacer noche. En esta
localidad, a lo largo del río hay un buen número de
atraques con un calado supuestamente sobrado para el
velero de Alfonso. No son marinas porque no hay ningún
tipo de servicio. Ni agua, ni luz, ni internet, ni nada de
nada. Sencillamente un palo o con un poco de suerte un
noray para amarrar el barco. Pero es un atraque con
sorpresa por lo que realmente debería de llamarse atraco
¡Cuesta dinero! ¡Y es más caro que una marina! Tras el
atraco del recaudador de impuestos quedamos indignados y
nos llevamos un buen berrinche. Hubiera sido bueno poder
gritar en ese momento pero un poco de ejercicio tiene el
mismo efecto tranquilizador así que salimos del barco para
dar una vuelta por el pueblo.
La historia de este pueblo se remonta al año 1000, con
un asentamiento de unas 33 casas de granjeros. El
principal aliciente es la cercanía de Utrecht y también
el hecho de que el Vecht pasa por el pueblo con lo que el
transporte de mercancías estaba garantizado. En la
actualidad tiene la apariencia de ciudad dormitorio,
aunque eso sí, con encanto. Hay varias calles, una que
sube y otra que baja, otra que va a la izquierda y otra a
la derecha: todas ellas idílicas. Pequeños comercios,
cafeterías, restaurantes, gente en bicicleta y todo lo
necesario para pasar un buen rato. Lo primero calmar
nuestra gran irritación con una buena cerveza y algo para
comer en una pequeña terraza con una camarera encantadora.
Luego nos dispusimos a descubrir la ciudad y encontramos
una auténtica maravilla, una tienda familiar con productos
exclusivos, sobre todo quesos. Nos dieron a probar de
todo e insistieron en el el Boerenkaas Cum Laude, cinco
estrellas, el queso más premiado de Holanda. Una delicia.
Y así se nos pasó el enfado a la espera del amanecer de un
nuevo día. Y ahora a las presentaciones:
Inspiration
es nuestro protagonista inmueble de este viaje.
Alfonso
el capitán
Lourdes
la capitana
Rafael
el grumete mayor y autor de todas las fotos
Elisabeth
la que escribe
No hay comentarios:
Publicar un comentario