DÍAS MEMORABLES
En todos los viajes hay días memorables y este fue uno
de ellos. Tras un día de estancia en Maarssen y un día de
turismo en Utrecht íbamos a seguir nuestro camino. Y digo
íbamos porque a punto estuvimos de quedarnos en Maarssen
para siempre. Sin saber ni cómo ni porque habíamos
pinchado. La quilla del barco se había enganchado al
fondo del río a pesar de que el indicador de la
profundidad marcaba una distancia sobrada de 30 cm. El
caso es que al barco "Inspiration" no había quien lo
moviera, ni aun tirándonos al río para empujar, cosa que
no se nos pasó por la cabeza teniendo en cuenta el frío
que hacía. Por mucho que Alfonso lo intentó
dando fuerza al motor mientras que Rafa empujaba desde el
muelle, el barco no se movía. Menos mal que el vecino se
ofreció a ayudarnos. Viajaba en una potente motora llamada
"Chamame", con bandera australiana, acompañado de su mujer
e hijo. Hablamos naturalmente en inglés cuando el chaval
nos sorprendió respondiendo en perfecto español ya que
trabajaba en Argentina.
El caso es que nuestro barco
volvió a flote con la ayuda de un buen cabo y una serie de
maniobras y pudimos seguir el camino.
Nuestra siguiente meta era Tiel, en el río Waal, pero
esta vez cogimos la autopista del canal Amsterdam Rhin.
Ancho, recto y caudaloso son las tres palabras que definen
este tipo de vías acuáticas que al mismo tiempo tienen
mucho tráfico, sobre todo de grandes barcos y gabarras que
van y vienen con todo tipo de mercancías. ¿Bonito? Bueno
el paisaje es muy verde pero con tanto tráfico la orilla
del canal está llena de industrias que afean completamente
la naturaleza. Claro que viajando por la autopista
acuática, con velocidad constante, se pueden hacer otras
cosas como por ejemplo tomar un buen desayuno en la
bañera con un café caliente.
Con lo que uno no cuenta saliendo de España a finales
de abril, con el verano casi asomando, es con un clima que
se aleja mucho del que estamos acostumbrados. La llovizna
se hacía cada vez más persistente seguida de un viento
“algo más que fresquito”.
Hasta ahora las esclusas por las
que hemos pasado habían sido como de juguete, solo para
barcos pequeños. Se abre la compuerta, entras y echas el
cabo en un lateral, se cierra la compuerta al tiempo casi
que se abre la otra, y ya está. Pero las de este canal son
esclusas de las de verdad. Hechas para barcos de grandes
dimensiones y también para superar grandes diferencias de
nivel en la trayectoria del río. Además ante nosotros
teníamos una nueva prueba, dos esclusas de inmensas
dimensiones, la de la Princesa Irene y el del Príncipe
Bernhard, ambas dobles con más de 300 metros de longitud y
por las que pasan todos los años unos 24.000 barcos.
Las esclusas son obras hidráulicas que funcionan como
ascensores para los barcos y aunque parecen inventos modernos
ya existían en Europa en el siglo XV con un sistema más
rudimentario y eran también más pequeñas. Ahora algunas son
inmensas y se las ve venir de lejos y a medida que uno se
acerca impresionan. Cuando se abren las compuertas el gran pasillo de agua parece engullir a los barcos sin
más, como si se tratara de una gran ballena. Y una vez
dentro hay que estar atento ya que a medida que cambia el
nivel del agua en la esclusa hay que mover los cabos de
noray a noray para sujetar bien el navío. Para las
gabarras esto no tiene ningún misterio, sus marineros lo
hacen cientos de veces cada día y además con el peso que
llevan esos barcos a duras penas notan la corriente cuando cambia el
nivel del agua en la esclusa. Pero para los barcos
pequeños es diferente. Aquello se mueve mucho y es fácil
perder el control. Se trata desde luego una experiencia no
exenta de riesgo y al que nos enfrentábamos con respeto y
también cierto temor porque ¿qué pasa si algo sale mal?
Pero todo salió bien aunque a medida que nos
acercábamos a Tiel estábamos cada vez más mojados y con
más frío. Día de perros total y nuestro único anhelo era
encontrar refugio en una marina que al menos tuviera una
ducha y electricidad para poner la calefacción y entrar en calor.
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