lunes, 5 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - DE LELYSTAD A WEEPS

EL GRAN DÍA - RUMBO A WEESP 

 
  Después de esperar durante varios días a la tortuga de Mafalda, doña Burocracia, por fin zarpamos rumbo al Mediterráneo. Salimos de Flevo Marina, en Lelystad, a media mañana el 5 de mayo con destino al río Vecht. Nada más salir de la marina llegamos a la primera esclusa que se encuentra precisamente en la barrera por la que habíamos circulado dos días antes y que separa el Ijsselmeer del Markermeer. 

  
 Es una esclusa grande, para barcos de carga y una primera experiencia para nosotros. No cabe duda de que las esclusas eran nuestro talón de Aquiles ya que ni Alfonso, ni Rafa, ni Lourdes, ni yo misma, Elisabeth, teníamos experiencia alguna en la materia. 

   Tras cuatro horas de navegación por el Markermeer avistamos a lo lejos la entrada del río Vecht que está en una pequeña localidad llamada Muiden conocida desde 953, cuando Otto I, emperador del Sacro Imperio concedió el asentamiento y sus derechos de peaje a la Catedral de San Martin en Utrecht. Entonces la ciudad se llamaba Amuda, que significa "Boca del A", haciendo referencia al río "A" que era el antiguo nombre de Vecht. Nada más llegar nos impresionó el Muiderslot, una fortificación medieval mandada a construir sobre 1285 por el Conde Floris V y declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Durante muchos años constituyó la principal puerta defensiva de Ámsterdam y hoy en día es uno de los principales atractivos turísticos de la zona. 

  Siguiendo nuestro camino cruzando Muiden, nos topamos con lo que he bautizado como "dos en uno": esclusa con puente elevadizo incluido. En la esclusa nos apiñamos tres veleros sin mayores problemas, subimos unos pocos metros, se abrió el puente elevadizo y segunda prueba aprobada. Hubiéramos cabido debajo del puente porque nuestro palo está camino del Mediterráneo en un transporte terrestre, pero hay motoras altas y también veleros que no quitan el palo por lo que es necesario contar con estos puentes. 

  Dicen que Vecht es uno de los ríos más bonitos de Europa y aunque he visto pocos si puedo afirmar que esta zona es de una belleza impresionante. El río se extiende desde la zona de Utrecht hasta el Ijmeer abriéndose paso entre castillos que datan del siglo XVII, considerado como la Edad de Oro Holandesa, y una naturaleza exuberante. Fue una zona muy popular entre los nobles holandeses de aquellos tiempos y probablemente lo sigue siendo  ya que el río nos recibe, a la vuelta de cada esquina con casas flotantes, la una más elegante que la otra. La mayoría tienen muelle privado por lo que el tráfico aquí en verano debe de ser notable. La verdad no es de extrañar que los habitantes de las grandes ciudades, estresados en sus trabajos y también muchas veces en su convivencia busquen precisamente esta alternativa como refugio. 

  Hacia las cinco de la tarde llegamos a Weesp pequeña localidad que consiguió su carta como ciudad en el año 1355 y que se encuentra junto a los ríos Vecht y Smal Weesp y también junto al canal Amsterdam-Rin. Este canal separa geográficamente  Weesp de Amsterdam y el metro que lleva a la gran ciudad se encuentra a tan solo tres kilómetros. 
  
  Para llegar a este punto podíamos haber elegido la autopista, eso es, el Canal Amsterdam Rihn, pero siempre es más divertido ir por caminos secundarios. Eso nos acerca a la tierra y nos lleva a conocer los pequeños pueblos que suelen ser bastante más interesante que las grandes urbes que a fin de cuentas están al alcance de todo el mundo en cualquier momento. Sin embargo desentrañar los posibles misterios de la tierra que los habitantes de un país viven con emoción no tiene precio. 

  Nuestro "Libro gordo de Petete" indicaba que en Weesp hay dos marinas, una a nuestra izquierda, con todo tipo de comodidades y escondida en un recoveco del río y otra justo en frente, sin comodidades, pero a plena vista. En la segunda no parecía haber sitio así que intentamos entrar en la primera. Hacía buen tiempo y la gente estaba comiendo en la bañera de sus barcos mirándonos con cara de estupor y negando con la cabeza. - Do you know the draft? - intentamos en ingles. - ¿El calado? - Tiefe? Como buenos españoles, a grito pelado y gesticulando, porque el marcador del barco iba cada vez a menos. 2,1 m, 2,0 m, 1,8m y marcha atrás a toda máquina porque sino encallamos. Y nuestros espectadores seguían negando con la cabeza. 

   Dimos media vuelta para seguir nuestro camino a pesar de la hora cuando de pronto sale por un pantalán el Capitán de la Marina. Supongo que había decidido poner fin al espectáculo para que luego no pasáramos la gorra. Nos explicó en perfecto inglés donde podíamos atracar y nos echó una mano con la maniobra. Pero la gracia no termina aquí. Resulta que la marina buena era esta, no la del recoveco, y el calado, indicado en el mapa fluvial de Alfonso no se correspondía a la realidad. Los cuatro coincidimos en que a lo largo de las próximas semanas aprenderíamos un montón de cosas. Y así, nada más pisar tierra descubrimos que hay `problemas que tienen solución con tan solo una moneda de  50 céntimos de euro. Porque ahí en la marina, si quieres una ducha, son 50 céntimos, si quieres electricidad, otros cincuenta, y si necesitas llenar el depósito de agua  del barco, pues buscas otra moneda idéntica y asunto concluido. El acceso a Internet nos salió algo más caro ya que eso se concede en el bar y ahí ya se sabe, cervecita a cervecita, se va vaciando la "huchita".
















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