domingo, 4 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - LELYSTAD

EN UN LUGAR LLAMADO LELYSTAD 


 Estamos en una de las ciudades más verdes de Los Países Bajos, en un lugar donde el aire, el agua y la tierra permanecen intactos desde hace siglos y donde el medio ambiente sobresale por su belleza natural. Dicen que es una ciudad por descubrir sin embargo lo que más llama la atención es que hay agua por todas partes, o bien sea en forma de canales, lagos,  ríos, riachuelos o charcos. Porque aquí llover, debe de llover y a mares.  Lo digo sin conocimiento de causa pero visto el paisaje y el verde de la tierra, pues eso, llover, lloverá. Aunque ahora mismo tenemos una tregua para poder disfrutar de lo mejor del clima holandés.

  ¿Qué hacemos en Lelystad? una ciudad que se encuentra a 35 kilómetros al norte de Ámsterdam y cuyo principal atractivo son sus decenas de marinas donde oriundos y foráneos tienen sus barcos que sacan sobre todo en verano cuando el tiempo acompaña. Y he dicho lo de principal atractivo a conciencia porque cuando hablamos de ciudades siempre se nos cuela una vieja iglesia, un museo o cualquier tipo de monumento. Pero Lelystad es diferente ya que la ciudad como tal solo existe desde 1967 con lo que sus anécdotas históricas escasean un poco. Aunque las hay de otro tipo porque solo pensar que gran parte de la zona era antes agua salada pura y dura no deja de tener su interés. 

 Las comunicaciones en los Países Bajos son fantásticas ya que el tren llega prácticamente a todos los rincones y parece tener su centro neurálgico en Schiphol, el aeropuerto de Ámsterdam. En menos de una hora nos plantamos en la estación de Lelystad y de ahí un taxi a Flevo Marina para aterrizar en "Inspiration", el nuevo barco de Alfonso. Y ahora la respuesta a la pregunta ¿Qué hacemos en Lelystad? Pues tenemos una tarea por delante, recorrer las vías fluviales europeas que antaño habían constituido las rutas de comunicación y transporte del viejo continente. Eran las autopistas de siglos pasados, algunas grandes, otras pequeñas, vías de agua en definitiva que se han ido entrelazando gracias a la mano del hombre y que ahora forman una gran telaraña de canales y ríos que se interconectan con cientos y cientos de esclusas. 

 Dice Machado que se hace camino al andar pero antes hay que familiarizarse con el lugar, el barco, el aprovisionamiento y el recorrido, aunque esto último se lo dejamos a nuestro capitán ya que donde hay capitán no manda marinero. De aquí al Mediterráneo, por las aguas dulces europeas, hay unos 1.600 kilómetros, que pasan por ciudades como Utrecht, Maastricht, Lieja, Lyon, etc. Localidades de secano que sin embargo estarán a nuestro alcance desde un punto de vista marinero ya que accederemos a su corazón desde un barco. Será una experiencia y un divertimento que muchos han vivido antes que nosotros, sobre todo aquellos que usaron las vías fluviales del viejo continente para ganarse la vida. 

  A la experiencia viajera hay que añadir la gastronómica ya que tanto Holanda, como Bélgica y Francia, nuestros tres países de referencia, son conocidos por su buena cocina. Poco a poco iré relatando este periplo que comenzará cuando nos lo permitan los trámites burocráticos. Porque si hay algo que tiene nuestra vieja Europa es burocracia, papeleos infinitos que en algunos casos se contradicen unos con otros por mucha Unión Europea se seamos.

  Hay muchas, casi demasiadas, normas de navegación por los canales y sería muy largo de explicar . Que sirva como ejemplo el hecho de que en Holanda es obligatorio llevar a bordo un almanaque de los canales, una guía en definitiva, aparentemente muy práctica, pero ¡solo se edita en holandés! ¿¿¿¿????? ¿Lo entienden? Ese libro, a partir de ahora "El libro gordo de Petete", se encontraba a bordo cuando Alfonso compró el barco, así que lo único que necesitábamos era aprender holandés. También faltaban algunos papeles del barco que cuando llegaban venían cargados de errores mecanográficos absurdos, así que de vuelta a empezar. 

 Pero al mal tiempo buena cara así que aprovechamos para hacer turismo por la zona. Visitamos el pueblo de Enkhuizen, una auténtica monada de localidad, a la que se llega por una barrera de casi 20 kilómetros que separa dos mares. Es la manera peculiar de los holandeses de ganarle tierra firme al mar, de conseguir que su país sea cada vez más grande. Aún así es curioso que aquí, mires a donde mires ves palos y más palos. Ya puedes estar tierra adentro que los barcos navegan sin problemas por sus canales siguiendo el curso de las carreteras y las marinas están a la orden del día. También, y eso me llamó poderosamente la atención, las casas con sus propios embarcaderos. Otro pueblo pintoresco por la zona es Hindeloopen donde uno nada más entrar parece que está saliendo. Aquí lo grandioso son los cientos y cientos de barcos en la marina que esperan a su capitán a orillas de un mar interior. ¿Y qué os puedo contar de Amsterdam? Pues eso, que sigue siendo una de las ciudades más marchosas de Europa. 





















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