martes, 27 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - DOS EN UNO

CHARLEVILLE
   En este tramo de la historia voy a permitirme el lujo de unir dos capítulos en uno ya que si no sería un poco aburrido, sobre todo para los lectores. De Revín a Charleville llegamos sin problemas superando las esclusas automáticas con relativa soltura.
Se me había olvidado decir que desde nuestra entrada en Francia casi todas las esclusas son automáticas. Cuando  pagamos el peaje de los canales nos dieron un mando para poner en marcha de forma automática las esclusas.
Se abren, te dan luz verde para entrar, entras y amarras el barco, le das a la palanca azul, se cierra la esclusa, entra un buen chorro de agua que llena la esclusa y  cuando todo está listo, abre la compuerta. Todo automático.



   A lo largo del camino nos esperaban las Damas de Le Meuse, un paisaje de terciopelo verde de increíble belleza.
Se trata además de la leyenda más conocida de las Ardenas y cuenta la historia de Berthe, Ige e Hioderne, tres esposas de otros tantos cruzados. Cuando los valientes regresaron de la guerra descubrieron la infidelidad de sus mujeres y Dios para castigarlas las transformó en tres grandes rocas. Rocas que con el paso del tiempo se han visto cubiertas de una naturaleza verde y salvaje. 
   Una vez ubicados en Charleville era hora del paseo en esta ciudad que debe su nombre a su fundador, Charles de Gonzague, que en el siglo 17 dedicó parte de su gran fortuna a la construcción de una nueva ciudad a orillas de Le Meuse.




Se nota la planificación de la localidad ya que todo gira en torno a la  magnífica plaza  ante el Palacio Ducal y algunos monumentos que son agradables, un museo dedicado a las marionetas, además de bares y restaurantes. Sin duda un centro que ha visto años de grandeza y prosperidad económica pero que ahora está viendo asomar el fantasma de la crisis.

       Claro que contra la crisis no hay nada como un buen dulce así que unas tartaletas de manzana y una de fresa servirían de postre tras la cena a bordo.
   Por mucho que uno planifique un viaje siempre habrá imprevistos. El cómo saldrán las cosas depende de tantos variables que resulta imposible manejarlos todos. Y eso fue lo que nos ocurrió al día siguiente rumbo ya a nuestro siguiente destino, que tenía que haber sido Sedan, unos treinta y cinco kilómetros rio arriba, pero que resultó ser Lumes, a tan sólo diez. ¿Por qué? Cosas del destino y de todas las hojas y bichos que arrastra el río. Nada más salir de Charleville el motor deja de escupir agua lo que significa que el sistema de refrigeración no está funcionando correctamente.
Algo obstruye el paso del agua y ahí, nada más superar la primera esclusa, nos quedamos atascados entre la ciudad que acabábamos de dejar y Mézières. Y de nuevo al mal tiempo buena cara en busca de un mecánico con soluciones. Creo que un fontanero hubiera sido lo más acertado pero el caso es que el hombre que nos asistió nos salvó medianamente bien del atolladero. Y Lourdes y yo aprovechamos para ir de compras pero nada de trapitos, sino provisiones. Con la nevera llena y buen ánimo seguimos el camino hasta el atraque más cercano, a diez kilómetros, Lumes.

   Dependemos mucho del tiempo, aunque a medida que vamos al sur ha mejorado algo, pero también dependemos de los atraques y del horario de las esclusas. Abren a las 9.00 y cierran a las 18.00 así que hay un buen número de horas en las que no se puede navegar con estas barreras arquitectónicas por medio. Y si no da tiempo llegar a una marina o un pequeño atraque no queda otro remedio que parar en medio del río. Está permitido atarse a un árbol siempre y cuando no molestes la navegación. 

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