domingo, 18 de mayo de 2014

NAVEGANDO TIERRA ADENTRO - TURISTAS

TURIIIIISTAS

   Eso es así porque venimos del tercer país con más turismo del mundo aunque a veces nos ponemos en segundo lugar. Y todo se pega, incluso el hecho de sentirse turista y que te tomen un poco el pelo. Menos mal que estamos de buen talante porque si llegamos a estar de mal humor ya nos hubieran oído. Pero dicen que la paciencia es una virtud así que ahí andamos, con paciencia y una sonrisa para no perder la compostura.

   Tocaba turismo en Maastrich, ciudad conocida antes en España como Mastrique, y cuyo nombre viene del latín Trajectum ad Mosam, lo que significa el que cruza el Mosa, haciendo referencia a un puente que construyeron los romanos durante el reinado de Cesar Augusto . Dicen que es la ciudad más antigua de los Países Bajos aunque lo mismo dice Nimega así que la disputa sigue abierta y con tantos siglos por medio creo que a estas alturas da lo mismo que da igual. Además por este lugar no pasaron solo los romanos ya que antes estuvieron también los celtas y si nos remontamos más en la historia a saber a qué culturas encontramos que a lo mejor prefirieron no dejar huella para el futuro sino que llegaron y se fueron sin más. En cualquier caso tiene el Puente de San Gervasio que es el más antiguo del país.   

   Maastricht no es una ciudad grande pero si una ciudad turísticamente importante que además junto con la ciudad belga de Liega y la alemana de Aquisgrán conforma una de las zonas más prósperas de esta parte de Europa.  Otra de sus características es su peculiar forma de vida junto con su población cosmopolita y su alta cocina. Y precisamente es ahí donde quería llegar.
  Tras un paseo turístico recomendado por los barrios más antiguos y pintorescos de la ciudad entra el hambre con cervecita incluida en un bar donde gracias a Lourdes ya aprendieron lo que es ”una tapita”.
Luego una buena comida y ¿por qué no en un restaurante portugués recomendado? Se llama Taberna La Vaca y efectivamente algunas de las especialidades son portuguesas. Los chicos optaron por una pasta con almejas, yo un pollo a la portuguesa y Lourdes un solomillo. La comida era buena, no lo vamos a negar pero las raciones se presentaron como tapitas, mínimas, a precio de plato,  con lo que el hambre seguía ahí. Además lo del vino portugués iba a ser que no, ya que una botella subía a la friolera de 34 €. Los vinos españoles algo más barato pero, vaya, caro, carísimo. Nos sentimos algo timados y también algo turiiiistas.
   En fin, como las barrigas no quedaron llenas hubo que recurrir a una pastelería donde  tenían una tarta de manzana que dicho sea de paso estaba muy, pero que muy, rica. Al margen de estas anécdotas, Maastricht tiene su encanto y es una ciudad muy viva llena de jóvenes estudiantes que se reúnen en el centro en los múltiples cafés y restaurantes que pueblan las calles y las plazas. 
Y pudimos disfrutar de lleno de la ciudad gracias a que habíamos atracado en el Club Náutico de Trech, que se encuentra solo a dos kilómetros del centro. Paseamos a gusto y disfrutamos de un día en el que el tiempo nos mostró su cara amable, aunque a la noche volvió el frío.  Y para terminar. Lo del Wifi en Europa no es de lo más serio. En este puerto tenían, en el despacho del harbourmaster (ese hombrecillo algo rechoncho, os acordáis). La señal llegaba a los jardines pero claro, si el tiempo no invita, ¿quién se sienta en la intemperie para conectarse a la red?  Eso sí, es un país enamorado de las bicicletas hasta tal punto que las visten con hechuras de punto.



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