jueves, 19 de marzo de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DIA CINCO

DIA CINCO – JUEVES 19 DE MARZO 

A POR LA RUTINA

 

 

 

      Dicen los psicólogos que para llevar bien este encierro hay que crear una rutina así que a ello voy. Las mañanas son siempre fáciles, lo que peor voy a llevar son las tardes. Pero ya tengo mi ordenador. 

      A pesar de mi edad he decidido volver a las andadas. Como el gimnasio está cerrado he desempolvado a mi  Jane Fonda de toda la vida, la misma que me acompañó durante gran parte de mi juventud y madurez. Todavía me sé la tabla de memoria, aunque eso sí, cuesta más que antes, pero hay que ponerse. Es una hora al día a lo que sumo lavadoras, recogida de casa, cocina etc. La mañana se va en un tris. La rutina no tiene ningún misterio.

      También ocurren cosas. Hablo con mi vecina belga que está en su terraza. Ella en francés y yo en español. No sé cómo, pero nos entendemos. Su marido estaba en la playa dando de comer al cisne. Porque algunos tienen perro, otros gatos, pero nosotros en el vecindario tenemos un cisne. El pobre animal no puede volar, porque tiene un ala dañada debido a un accidente hace ya años con un barco.  Dice mi vecina que el veterinario llamó a su marido para ver como andaba el cisne ya que ahora nadie se ocupa de él. Llevaba desde el inicio del confinamiento sin comer. Es un decir porque al tratarse de un animal en estado salvaje, se supone que el mismo se busca la vida. Pero nuestro cisne, al que llamamos Paca, está muy domesticado y acostumbrado a recibir su plato diario de manos de su cuidador, un holandés, Pepe, que de momento no puede acercarse para los cuidados del animal. 

      Así que ahí en la playa estaba mi vecino belga dando de comer al cisne en un acto de flagrante desobediencia.  Yo también me apuntaré a pesar de las prohibiciones, porque el corona virus no se va a llevar a nuestro cisne por delante. Supongo que todo el mundo está de acuerdo con el hecho de que tener un cisne en la playa y poder nadar a su lado es un hecho extraordinario.  De su especie es probablemente el más mimado y fotografiado de todo el universo. Hay además un movimiento ecologista alrededor de Paco que cuenta con los cuidados de vecinos y veraneantes además del veterinario que viene con regularidad para analíticas.

      Mi vecina me cotillea también que los del tercero, que son extranjeros, llegaron el sábado y que el domingo,  como en este mundo hay gente para todo, bajaron a la playa para remojar sus esqueletos. No sé si el coronavirus había llegado a su país, pero creo que a estas alturas del calendario no quedaba país sin pandemia. El caso es que el Covid no iba con ellos. Y mi vecina, que no había perdido detalle de lo acontecido vio que nada más mojarse los pies  llegó la policía para explicar que no se puede salir a la calle así sin más y menos aún para darse un baño. ¡Qué hay confinamiento! ¡La calle es solo para lo imprescindible! 

       ¡Estos extranjeros! Pero es lo que hay si vives en la costa en un lugar de turismo y frente al mar. 

      Y hablando de la policía. Por la mañana me di cuenta de que caía un chorro de agua de la terraza del quinto. Llamo a la vecina del cuarto para ver que ocurre y ella me cuenta que no está muy segura pero que los dueños del piso estaban en casa. Me quedo tranquila, pero la policía no tanto. Llega el coche patrulla, aparca, los dos agentes salen del vehículo, dan vueltas, miran y vuelven a mirar. Finalmente, viendo que yo estaba en la terraza tendiendo ropa, me preguntan. Les digo que es del quinto, les abro el portal, me entretengo un rato y como dice mi marido, hago amistades en medio de la cuarentena. 

      Veremos a ver como salimos de esta. 

 

 










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