jueves, 19 de marzo de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DIA DOS


DIA DOS – LUNES 16 DE MARZO

 

EL EXTRAÑO ASUNTO DEL PAPEL HIGIÉNICO

 

 

 

     Siempre me he considerado como una persona normal, del montón, pero el segundo día del confinamiento llegué a pensar que a lo mejor no era tan normal porque no había salido corriendo al supermercado, como casi todo hijo de vecino, para hacer acopio de rollos y más rollos de papel higiénico. Recuerdo de mi época laboral que uno de los temas de conversación más habituales en el trabajo, quitando el fútbol de los lunes, era los problemas de estreñimiento del personal. Y digo yo ¿si hay tanto estreñido, para que tanto papel higiénico?

      En ese mismo instante quedó claro que el mundo se había vuelto loco porque las noticias que llegaban de otros países contaban la misma historia con prácticamente idénticas imágenes.

      Era como el primer día de rebajas, con todos los compradores amontonados a la puerta de la tienda esperando el pistoletazo de salida para luego tirarse en plancha sobre los rollos de papel higiénico en un intento de acaparar la mayor cantidad posible. Después todo el mundo sale de la tienda con cara de satisfacción y con los carros llenos de papel como si estuviera en oferta y además fuera un auténtico plato “gourmet”. ¡Vaya por Dios!

      El caso es que por mucha gracia que nos hacía esta locura por el papel higiénico, algunas noticias sobre el asunto eran alarmantes. En Australia, por ejemplo, algún que otro comprador, sacó su navaja para hacerse con el ansiado paquete de rollos. Está claro que con el papel higiénico no se juega.

       Los psicólogos no tardaron en explicar la razón por esta obsesión y todo se reduce al volumen. Comprar algo grande nos tranquiliza en momentos de incertidumbre y si además es barato, pues eso, toca papel higiénico.

     Pero a lo que iba. Llegó el lunes y el asunto de los supermercados, al margen de los ansiados rollos, se convirtió en la imagen apocalíptica del fin del mundo. Como si todas las personas supieran que el día de mañana no iba a asomar por la puerta. El hecho me dejó aterrada porque no tengo costumbre de acumular cosas, y menos aún comida, así que llegué a pensar que por culpa de mi falta de previsión podríamos morirnos de hambre.

       n la despensa faltaban cosas y también algún que otro capricho porque si vamos a estar encerrados lo mejor es pasar el tiempo disfrutando de la cocina. Había muy poca gente en la calle y en la tienda los justos. Claro ¡no había casi nada para comprar! Los estantes, las cestas de fruta y verdura, carnes, etc. ¡Todo vacío!      



            Pensé que esto solo ocurría en las guerras, cuando no hay suministro de víveres, pero no en una pandemia. Las dos situaciones son muy graves, pero uno de los pocos sectores que podía seguir con su actividad dentro del Estado de Alarma era el de la alimentación. Además, los responsables de las grandes cadenas de supermercados habían asegurado que los alimentos llegarían puntualmente a las tiendas. Pero al parecer nadie se lo creyó ya que de la misma forma que los carros se llenaban de paquetes de papel higiénico también se llenaban de todo tipo de alimentos con caducidad programada y que el comprador habitualmente nunca adquiría.


     Y los chistes no tardaron en circular por las redes sociales. Decía uno que en esta crisis el pueblo tiene un papel muy importante; el higiénico, mientras que otro mostraba un cuadro de una familia feliz del pintor colombiano Fernando Botero. Otros tenían muy claro que si no nos mata el virus sufriríamos todo tipo de enfermedades causadas por toda la comida que nos vamos a meter en el cuerpo. Subida de tensión, colesterol, obesidad. ¡Y esto solo el segundo día! No podía ni imaginarme los chistes dentro de una semana. ¡Esto va a ser la bomba!

    



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