lunes, 30 de marzo de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DIA QUINCE

DIA QUINCE – DOMINGO 29 DE MARZO 

UNA HORA DE MAS

 

  

      Ya lo dije ayer. No me gustan los cambios horarios a pesar de que nos han regalado una hora más de sueño. Metidos de lleno en una pandemia me identifico más con ese “meme” que dice que dejamos el horario de invierno para entrar en el del infierno. Y no por el calor, precisamente sino por ese bicho maldito que anda suelto por la tierra. ¡Y tenemos que sufrirlo una hora más!

      Estamos según las instrucciones del gobierno “quieto parados” ¡que no se mueva nadie! Ya no solamente confinados, sino también paralizados. A partir de mañana habrá otra vuelta de tuerca a la actividad económica del país, con el objetivo de que solo siga funcionando lo estrictamente necesario.

      ¡Que alivio! No nos dejan sin comida. Podría decir que no está el horno para bollos, pero me equivocaría. Resulta que de la misma forma que la gente se lanzó a comprar papel higiénico, ahora les ha dado por la harina y levadura. Es verdad que no hay nada tan rico como el pan casero al igual que la repostería artesanal que está en alza. Los programas y concursos de cocina que tanto abundan en las televisiones están dando su fruto así que, a la lista de casas limpias, top fitness e informáticos expertos voy a añadir cocineros estrella Michelin.

      Me temo que cuando salgamos de esta van a aparecer como churros nuevos restaurantes y bares con un menú lleno de “frivolidades”. No hay nada como la buena cocina, esa que requiere el tiempo que nunca tenemos. Pues ahora tenemos todo el tiempo del mundo y veo que son muchas las familias que dedican horas al día a convivir en la cocina, rodeados de cacerolas, sartenes y bandejas de horno con el fin de preparar eso que siempre quisimos pero que nunca tuvimos tiempo de hacer.

      Madres, padres e hijos como Fuenteovejuna, ¡todos a una! Creo que la cocina es la estancia más peligrosa de la casa y la habitación donde se producen la mayoría de los accidentes domésticos. Es bueno por tanto que los niños se familiaricen con sus peligros. Pero no solo eso, lo bueno realmente es que tengan un contacto directo con los alimentos, que aprendan a manejarlos y prepararlos. La mayoría de los cocineros coinciden en que los niños tienen que aprender a comer de todo, a sorprenderse con entusiasmo con sabores y texturas y a desechar de su vocabulario la frase “esto no me gusta”.

      Al paladar hay que educarlo y la mejor forma es preparar la comida que uno mismo va a ingerir.

      Mañana es lunes y además todo el día. No me gustan los lunes.

 

 











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