jueves, 19 de marzo de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DIA UNO

REFLEXIONES EN UN ESTADO DE ALARMA

 

 

 

     Puedo decir y lo digo,  además lo digo con voz alta y clara, para que nadie se confunda, para que todos me entiendan sin fisuras, sin posibilidad de caer en malentendidos o confusiones y lo digo, porque puedo decirlo, con toda lucidez después de haberlo meditado profundamente, y por eso lo digo: “¡Estoy hasta las mismísimas! ¡Estoy harta! ¡Estoy hasta las narices!”.

      ¿Por qué digo esto? Hagamos memoria.   

 

 

DIA UNO – DOMINGO 15 DE MARZO

 

ESTADO DE ALARMA ¿ESO QUE ES LO QUE ES?

 

 

      Hoy es 15 de marzo del 2020. Ayer, Pedro Sánchez presidente del gobierno español, había declarado el Estado de Alarma y la cuarentena de los ciudadanos. Cuatro días antes, el 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud proclamaba de forma oficial que la circulación del Covid 19 se había convertido en una Pandemia mientras que varios meses antes, muchos médicos, tanto españoles como de otros países, habían alertado sobre la rápida y peligrosa expansión del Coronavirus.

      El caso es que ese 15 de marzo había una ligera confusión entre los españoles ya que muchos pensaban que la cuarentena empezaba el lunes, pero no. Sorpresa para todos aquellos que salieron a la calle para el aperitivo del domingo y fueron devueltos de nuevo a sus casas por prescripción policial. 

     El Estado de Alarma nos pilló a 500 kilómetros de casa y cayó en mi organizado universo de pensionista como una auténtica bomba informativa. El caso es que no sabíamos bien que hacer, si volver a casa o quedarnos con nuestra hija y yerno para ayudarles con el bebé.  A fin de cuentas, dos semanas se pasan enseguida y aunque no podíamos salir nos haríamos al menos compañía mutua. Optamos por seguir unos días más con el nieto para ver como evolucionaba la situación epidemiológica y también la laboral de los jóvenes. Los dos confinados en casa sin poder trabajar y ¿cobrar? Porque el teletrabajo en ambos casos no es una opción.

      A lo largo de toda la democracia española solo se había decretado el Estado de Alarma en una ocasión anterior. Fue durante la huelga de los controladores aéreos en el 2010 que causó un caos sin precedentes en gran parte del espacio aéreo europeo. Se trata de un instrumento, un marco legal que permite controlar las actividades y el movimiento de la población durante un determinado tiempo.

     Supongo que todos los países democráticos tienen una legislación parecida con la que los gobiernos pueden organizar las entradas y salidas de los ciudadanos en situaciones de emergencia con el fin de evitar males mayores.       En España tenemos el Estado de Alarma, el Estado de Sitio y el Estado de Excepción y la fórmula elegida para luchar contra la pandemia del Covid-19 ha sido el de Alarma. Se aprobó mediante un decreto por el consejo de ministros y con una validez de 15 días. El Congreso de los Diputados fue debidamente informado sobre el asunto y ahí quedó eso.

      En total quince días de confinamiento con movimientos muy limitados. Quedaba restringida la salida a la calle salvo para asuntos de extrema necesidad como ir a la farmacia, al supermercado, médico, pasear al perro o comprar el periódico. La prensa se convirtió así en un objeto de necesidad vital. ¡Y yo que pensaba que nadie leía ya la prensa! De eso se quejan al menos los propios periódicos que dicen que no venden. En cuanto al trabajo, todos a teletrabajar en la medida de lo posible. Esto significa el cierre de todos los comercios y de gran parte de actividades que sustentan la economía española. Pequeñas y medianas empresas, negocios familiares, tiendas de barrio; todo dejó de existir de un día para otro y nadie sospechó el desastre que se avecinaba.

      Pero teníamos que habernos dado cuenta. La idea era frenar en seco la expansión del Covid-19 para minimizar el impacto en la población de un virus altamente contagioso y muy caprichoso en su forma de dañar al enfermo. Era, es y probablemente seguirá siendo durante mucho tiempo un enemigo invisible que ataca a escondidas. Pero insisto que teníamos que habernos dado cuenta porque la OMS había declarado el 30 de enero que el brote de Covid-19 constituía una emergencia de salud pública de preocupación internacional.

      Pero como la cosa venía de China y eso está muy lejos pues no hace falta darse cuenta. Aquí en Europa todo es diferente. Al menos eso es lo que pensábamos en enero y también en marzo.

      Cuando la noticia del Estado de Alarma y el confinamiento entró en nuestras vidas como un terremoto, teníamos que haber caído en la cuenta de que la ciudad de Wuhan ya llevaba más de mes y medio cerrada a cal y canto con sus habitantes con miedo hasta para asomarse por la ventana. Ellos llevaban desde finales de enero confinados, pero nosotros todavía no habíamos visto asomar las orejas al lobo. En España había entonces 7.753 enfermos y 288 fallecidos y la cosa iba “in crescendo”.

     De ahí el Estado de Alarma. 15 días. A ver qué pasa, pensaba yo sin grandes esperanzas. Porque si hay prorroga, como en los partidos de fútbol, ya no hay decreto del consejo de ministros que valga. El gobierno necesita la aprobación del Congreso de los Diputados. No sé, no sé, tal y como está el patio entre los políticos y sus ansias por destacar habrá más de una discusión sobre el tema y probablemente con palabras mayores.

 

 

 












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