viernes, 12 de junio de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DÍA NOVENTA

DIA NOVENTA – VIERNES 12 DE JUNIO 

FLOYD Y PALME 

 

      Creo que a estas alturas de la fase 2, aunque la mitad del país está en fase 3, queda claro que el virus sigue entre nosotros. Aun así, han cambiado un poco las cosas y nuestras vidas no giran solo entorno al virus porque hay otras noticias. Eso es al menos lo que nos dice el telediario que desde hace ya algunos días nos informa de cosas al margen de la pandemia.

      Desde la muerte de George Floyd, el pasado 25 de mayo, la situación en Estados Unidos es muy delicada. Las protestas contra el racismo se multiplican no solo en el gigante americano sino también en muchos países del mundo donde los manifestantes además se saltan a la torera la distancia social así como la prohibición de manifestarse. Eso es un asunto. Pero el otro asunto es ¿Qué sabemos de George Floyd? Todos sabemos que murió a manos de un policía, Derek Chauvin, que le practicaba la maniobra de estrangulamiento, que, por cierto, también es utilizada por los agentes de seguridad en varios países europeos. ¿Pero sabemos los hechos? ¿Sabemos quién era? ¿A qué se dedicaba? Diría que la mayoría no lo sabemos porque nadie nos lo ha contado.

      George Floyd fue arrestado por un policía en Minneapolis por haber pagado una factura con un billete supuestamente falso. Como consecuencia de los métodos empleados en ese arresto George Floyd murió en un acto considerado racista y que ha despertado olas de protestas en el mundo entero. El policía en cuestión está ahora acusado de homicidio, entre otros delitos ya que tiene a sus espaldas un total de 17 denuncias en sus 19 años de trabajo como policía. Una profesión que compaginaba como encargado de seguridad en la discoteca Nuevo Rodeo, donde casualmente también trabajó George Floyd, aunque no se sabe si llegaron a conocerse.

      A Floyd le llamaban el gigante, Big Floyd, porque medía casi dos metros, tenía 47 años y en su juventud había jugado al baloncesto y al fútbol. A lo largo de su vida trabajó en varios oficios, entre ellos camionero, vigilante de seguridad y estaba vinculado al mundo de la música en una banda de hip hop. Tenía también antecedentes, estuvo en la cárcel cinco años por robo a mano armada en 2007 pero tras cumplir condena se involucró en una iglesia local trabajando de buen samaritano. Sus amigos dicen que era buena persona.

      Es la historia de Floyd, una como tantas otras, que ha abierto los ojos de media humanidad sobre la actuación de la policía en muchos países y en especial con personas de otras razas o culturas.

      Y también en medio de la pandemia se esclarece el asesinato de Olof Palme, el primer ministro sueco, hace ya 34 años. En una comparecencia anunciada hacía semanas Krister Petersen, el fiscal que ha encabezado la investigación anunció, que según las pesquisas llevadas a cabo desde la muerte del primer ministro, se ha llegado a la conclusión de que el responsable, el único responsable del asesinato, fue el publicista sueco Stig Engström, conocido como El Hombre de Skandia, llamado así por la empresa en la que trabajaba. Un asesino fallecido hace 20 años por lo que la sociedad sueca se ha quedado con las ganas de poder verificar esta historia. O sea, que se ha quedado como estaba.

      Palme, líder de la socialdemocracia sueca, regresaba del cine a su casa junto a su esposa dando un paseo por el centro de Estocolmo. No llevaba escolta, ningún político sueco lo tenía e iba normalmente a su puesto de trabajo en bicicleta o transporte público, al igual que los demás diputados del país. Era una noche fría, un 28 de febrero, el invierno en pleno apogeo, cuando alguien se le acerca por detrás y le metió un tiro por la espalda. Falleció a las pocas horas en el hospital. El asesinato conmocionó a toda la sociedad sueca donde la violencia de este tipo formaba parte solo de la historia de los vikingos y de los reyes de antaño. Nunca jamás en la era moderna un político había sido víctima de un ataque mortal.

      Son dos historias a tener en cuenta en medio de una pandemia que durante tres meses solo nos ha traído información sobre un virus que nadie conoce y nadie quiere conocer. Hemos escuchado y leído hasta la saciedad las recomendaciones de como tenemos que actuar y las noticias nos han bombardeado con cifras que nos han llenado la cabeza de más incertidumbre que seguridad. Por lo menos la mía ha estado a punto de estallar en más de una ocasión.

      Por eso cuento estas cosas, porque cuando la vida recobre su normalidad regresarán también otras tragedias a los informativos. Quiero decir que volveremos a escuchar que en el mundo ocurren cosas ajenas al coronavirus.

       A ver mañana con que sobresalto amanecemos. 

 

 

 

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