miércoles, 6 de mayo de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DÍA CINCUENTA Y DOS

DIA CINCUENTA Y DOS – MARTES 5 DE MAYO 

EL INVENTO DE LAS FASES 

 

      Aunque la fase cero, que luego se convertirá en la uno para pasar posteriormente a la dos, a no ser que nos la saltemos para ir directamente a la tres; pues eso, a pesar de que la fase cero nos da cierto respiro, lo que ocurre no está bien y seguimos sin lógica. Por mucho que nos hablen de desescaladas y de sus fases, al virus no lo hemos dominado y la economía se va al traste. La nuestra y la de muchos otros países. A saber cuánto tiempo tardaremos en recuperar lo poquito ganado en los últimos años. Casi es mejor no pensar en ello y ponerse a trabajar directamente.

      Pero a lo que iba. El caso es que yo, que he llevado la situación muy bien, sin grandes problemas, me estoy empezando a cansar. Echo en falta, ya no el paseo diario, ese ya lo tengo, sino ir al mercadillo de frutas y verduras, por ejemplo. Si en otras comunidades las han abierto ¿Por qué aquí no? Son productos de primera necesidad, de las huertas de los alrededores con lo que SI abrimos los mercadillos apoyamos también a los agricultores y pequeños comerciantes. Que nos llenen la calzada de líneas rojas si hace falta y mantendremos la distancia de seguridad.

      Así sin más. No pasa nada. Sería además una experiencia nueva. Todos los clientes en fila india sin posibilidad de coger precisamente esa manzana que el que tienes al lado te intenta arrebatar a empujones. Además, ahora llega esa fruta tan exquisita y llena de jugo como el melocotón, la paraguaya, la ciruela, nectarina etc. Es la temporada de la mejor fruta. Y yo no la quiero comprar empaquetada en miles de plásticos contaminantes sin poder verla al natural. Supongo que estoy pidiendo todo un océano porque aquí no hay aviso de que vayan a abrir ningún mercadillo de los de toda la vida.

     A estas alturas supongo que ya nadie se lo va a creer, pero todavía sigo con mi limpieza general. Empecé a bombo y platillo e iba muy bien hasta que hace unos días me cansé de tanto limpiar. Tengo la impresión de limpiar sobre limpio porque aquí, con dos en casa que no salen a la calle y cuando lo hacen se quitan los zapatos nada más entrar, pues nada se ensucia. Pero me quedan dos habitaciones y soy consciente de ello y me da mucha, pero que muchísima pereza.

     Además, va siendo hora de sacar la ropa de verano y guardar la de invierno. ¡De invierno! Hay que ver lo que acabo de decir. Aquí el invierno es prácticamente inexistente porque los meses de frío, lo que se dice frío, del que hace en Madrid u otras ciudades, brilla por su ausencia. Pero siempre hay que guardar algún jersey, pantalón de invierno o chaqueta y sobre todo sacar lo de verano. ¡Uf!, más pereza todavía. Creo que toda la energía que acumulé al inicio de la cuarentena se está acabando. Voy a tener que reinventarme para no quedar aplastada en esta pandemia.

      Hoy nos hemos acercado en primer lugar al puerto pesquero que nunca ha estado tan vacío. Los barcos salen a faenar todos los días, pero no hay luego la alegría de antes en la subasta o de los turistas fisgoneando entre las cajas pera ver lo que se ha pescado. Todo está recogido y ordenado para la salida de la próxima madrugada. A ver si me acerco al mercado a por pescado fresco.

      También me he dado cuenta a lo largo del día que el mar huele especialmente bien. Es ese aroma exacto de agua salada, un poco de yodo y la brisa que entra con suavidad por la ventana. No siempre huele así. Tan especial y tan en su justa medida. ¿Será que algo va a cambiar?

      Veremos que ocurre con la prórroga.

      Mañana llega el miércoles. Ya casi tenemos la semana superada.

 

 

 


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