martes, 21 de abril de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DÍA TREINTA Y SIETE


DIA TREINTA Y SIETE – LUNES 20 DE ABRIL 

TURISMO DE SOL Y PLAYA

 

 

      No sé porque el otro día me acorde de Pedro Zaragoza, alcalde de Benidorm entre los años 1950 y 1967, impulsor de "sol y playa" y en definitiva el creador del turismo en la zona tal y como la conocemos hoy en día. Supongo que me acordé de él porque a mis manos, más bien a mi WhatsApp llegó un vídeo de 1958 de la Costa Blanca.

      ¡Qué tiempos aquellos! Ni un solo rascacielos, playas prácticamente vacías bañadas exclusivamente por el Mediterráneo y un pequeño ir y venir de turistas extranjeros ávidos de disfrutar de nuestro clima, vino, comida y vida relajada.

      Era una España prácticamente de posguerra con necesidad absoluta de inversiones extranjeras para reconstruir la destrucción de la contienda y tal vez también la autoestima del propio español. Ya había empresas extranjeras establecidas en el país desde finales del siglo 19 pero con dos guerras mundiales por medio y la propia guerra española, la economía necesitaba un buen empujón en todos los sentidos.

      Y entonces llegó Pedro Zaragoza. Elegido alcalde de Benidorm.

      Ya a finales de los años 40, comienzos de los 50, había cierto movimiento turístico en España. Los europeos venían atraídos por el sol, los precios, la forma de vivir y probablemente también el anonimato. Europa acababa de salir de la segunda guerra mundial y tal vez resulta difícil comprender como alguien se aventuraba a hacer turismo en medio de un continente destruido. Ya veremos a ver que haremos nosotros ahora cuando salgamos de la guerra contra el virus.

     Las playas del norte se llenaban de franceses, los Sanfermines eran ya sobradamente conocidos incluso en tierras al otro lado del Atlántico, pero poco a poco el turista extranjero buscaba algo todavía más genuino y tranquilo. Y ahí estaba, la espléndida Villa de Pescadores de Benidorm. Un pueblo con encanto, con playas magníficas, un vino peleón horrible, unas paellas estupendas y una naturaleza en los alrededores completamente magnífica. Solo hay que echar un vistazo al Puigcampana o a la Sierra de Aitana para confirmarlo.

      Me imagino perfectamente la escena. En el centro está Benidorm, revoloteando por sus alrededores Pedro Zaragoza y fisgoneando en cada esquina el turista ávido de disfrutar de su descanso. PERO, porque en las historias casi siempre hay un pero: los turistas, o más bien las turistas, (¿podemos decir "turistos" y turistas, para no liarnos? ¡Lo digo porque no voy a ser menos que nuestros políticos! Ja, ja, ja. La mitad de sus discursos consisten en nombrar masculino y femenino para todo con lo que al final no han dicho nada).

       Bueno a lo que iba, las turistas,y los "turistos", llegan con todo tipo de modernidad como lo era entonces el bikini, bañador dos piezas, diseñado en Francia por un ingeniero, Louis Rénard.  Se presentó por primera vez al público el 5 de julio de 1946 en un desfile protagonizado por una bailarina del Casino de París ya que ninguna modelo profesional quiso desfilar con esa prenda. 

      ¡Escándalo! Como diría Raphael ¡Es un escándalo!

      Las protestas de la iglesia, de los sectores más conservadores de la sociedad benidormense, del pudiente claro está, porque dudo mucho que los pescadores se escandalizaran, estaban en otras cosas, como por ejemplo buscar comida para sus familias todos los días; decía que las protestas no tardaron en llegar y la guardia civil no paraba de multar a las extranjeras por "vestimenta indecorosa".

      Pero las cosas son como son y Pedro Zaragoza de tonto no tenía un pelo. Él era joven y aunque probablemente su familia y sus amigos se opusieron de plano, no dudó en intentar buscar una solución al problema. La iglesia le quería excomulgar porque quería permitir el bikini. El comprendió la necesidad de autorizar esta prenda porque así se llenarían las arcas del pueblo y también del país. ¿Y España que necesitaba?  Dinero.

      Así que, ni corto ni perezoso se montó un día en su Vespa y desde Benidorm puso rumbo a El Pardo. Esto había que solucionarlo y la última palabra la tenía el que mandaba. 500 kilómetros separaban su ciudad de la del “Excelentísimo”. 500 kilómetros de curvas, carretera a duras penas asfaltada, mulas y carretas a su encuentro y un sol de justicia. Pero el alcalde Zaragoza era mucho alcalde y no había reto que se le resistiera. Y no lo digo solo por el viaje, en vespa, ida y vuelta Benidorm-El Pardo, sino también por el encuentro con el dictador para solicitar un permiso que en aquellos años podría acarrearle problemas políticos y personales.

      Pero Pedro Zaragoza llegó al Pardo en su Vespa y habló con Franco, le explicó la situación, el problema con la Iglesia y la posibilidad de engrosar las Arcas del Estado.  A partir de ese momento las playas de Benidorm se llenaron de turistas en bikini y la localidad se convirtió poco a poco en lo que es hoy en día. Destino de sol y playa. Para bien o para mal.

       Y así termina esta historia de un alcalde que con una Vespa buscó el permiso para el uso del bikini en las playas de su pueblo.

      Hoy paso de Coronavirus. Mañana es martes, ni te cases ni te embarques.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 









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