jueves, 9 de abril de 2020

EL COVID DESDE MI TERRAZA - DIA VEINTICINCO


DIA VEINTICINCO – MIERCOLES 8 DE ABRIL 

MIERCOLES SANTO SIN SANTO  

 

      Hoy es miércoles santo y desde luego parece santo porque no hay un alma en la calle. Es el miércoles de los grandes atascos, de las salidas desesperadas, de la huida de la rutina hacia la esperanza de poder disfrutar de unos días de relax. Situación que luego se traduce en largas colas en las carreteras, bares y restaurantes abarrotados, sin posibilidad de conseguir una mesa y tiendas, tanto de souvenirs como de alimentación llenas de gente. Y todo esto sin mencionar las playas que en el caso de que la Semana Santa se presenta con buen tiempo suelen estar saturadas de pálidos seres humanos que buscan su primera reconciliación con el todopoderoso Dios de los Astros, el Sol.

      El miércoles santo suele ser el punto de partida del descanso de Pascua para gran parte de los mortales. Este año NO. Este año ya estamos descansados, llevamos tres semanas largas sin hacer nada, o casi nada. Ya trabajan por nosotros todas aquellas personas que cuidan de nuestra salud, de nuestros mayores, de la limpieza, de la seguridad y de muchas otras cosas que en este momento son absolutamente necesarias. Gracias a todas esas personas.

      Pues hoy he ido al supermercado. No al que tengo detrás de casa porque necesitaba ciertos productos que ahí no tienen así que cogí el coche y fui a uno más grande que está a escasos dos kilómetros. Me hubiera gustado poder ir andando, pero no te dejan y además ¿cómo llevo la compra de vuelta a casa? Imposible. Y me para la policía. ¿Qué de dónde vengo y a dónde voy? ¿Qué porque no voy al super de mi municipio? ¿Ah, pero esto es cambio de municipio? No lo había pensado ya que siempre compramos ahí. ¿Que cuanto voy a comprar? Que llene bien el carro para no tener que salir todos los días. La verdad es que no había caído en el hecho de que me saltaba el perímetro. Pero la policía era toda amabilidad.  Yo con buena educación, que es la que me dieron mis padres, respondo con cortesía y me dejan seguir mi camino.

      Al ser un supermercado más grande no te vas topando con la gente así que di varias vueltas para asegurarme de que no se me olvidaba nada y regreso a casa. Misión cumplida.

      Nunca mejor dicho porque en el momento de salir uno tiene la sensación de ir a la guerra. No porque haya que luchar por los productos, en las tiendas ya hay de todo, sino por luchar contra el enemigo invisible.  Hay un vídeo que circula por los WhatsApp de uno que se disfraza de Rambo para ir al supermercado y aunque sea una exageración no deja de tener su gracia.

      El caso es que cuando salgo me siento insegura y con miedo. Supongo que son manías mías como la de tener que coger el coche para ir a un supermercado que está más lejos porque necesito unos productos determinados que realmente no necesito. Está claro que con los años me estoy volviendo maniática.

      Y se acabó el día. Mañana es jueves santo. A ver que nos depara.

 

 
















No hay comentarios:

Publicar un comentario